8M: La alegría de ser mujeres (y de no estar solas)


Después de semanas de trabajo y organización, finalmente llegó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, celebrado en los 54 países que se han sumado al Paro Internacional de Mujeres. Aquí, más de 70 organizaciones han articulado esfuerzos para una organización sin precedentes, con actos e intervenciones en todo el país y una movilización en Asunción que reunió a casi 10.000 personas, en torno al festival celebrado en la Plaza de la Democracia. A continuación expongo las razones, personales pero quizá compartidas, de por qué creo que definitivamente el 8 fue una fiesta.

Las organizaciones feministas en este país no son algo que se haya inventado hace una semana. Muchas existen hace ya varios años, con diversos esquemas de organización

–articulaciones, movimientos, coordinadoras, colectivos, sindicatos– así como con diferentes focos de trabajo (mujeres campesinas, indígenas, lesbianas, trans, trabajadoras domésticas, niños y niñas…) pero me atrevo a decir que todas han tenido y tienen que enfrentar las dificultades de trabajar en un país en extremo desigual, conservador y machista.

A pesar de las condiciones adversas, estas organizaciones han logrado sostenerse y trabajar, muchas veces articulando fuerzas: prueba de ello es que ya se han celebrado 6 encuentros feministas nacionales; muchas organizaciones han participado de encuentros en el exterior que han enriquecido sus redes; existe producción científica feminista local –y está en aumento–; ya se ponen en acción mecanismos de respuesta de origen social ante casos de violencia; todo lo cual ha colaborado a que hoy la problemática de género sea un tema obligado en la agenda, que nos mueve a debatir, pensar y repensar mucho de lo que está “normalizado” en nuestra sociedad.

Este nuevo escenario, en que hablar de feminismo y de sus reivindicaciones al parecer va dejando de ser un tabú, plantea un desafío para todas las que llevan años trabajando en esto y las que están incorporándose.

Nos exige reflexionar sobre nuestros objetivos y las acciones que tomaremos es pos de ellos. Desde las universidades hemos aunado esfuerzos para que el 8M llegue a nuestras aulas; hoy, agrupadas dentro de la Plataforma de Universitarias Feministas, nos toca hacer nuestro propia análisis.

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

Cómo llegamos al 8M: Un día del que no hay vuelta atrás

Minga Pora, Encarnación, Caaguazú, Pilar, Ciudad del Este, Aregua… En colegios públicos y privados, el Buen Pastor, instituciones públicas, empresas privadas, los Bañados de Asunción. En total se llevaron a cabo más de 50 intervenciones, paros y actos para lo que hubo un trabajo previo de varias semanas. Todos los martes, la Plaza Italia era testigo del encuentro de mujeres de diversos espacios que intercambiaban ideas en miras a lo que sería ese día.

Paralelamente a las acciones concretas, se debatió constantemente sobre la difícil realidad que vivimos las mujeres de este país, que cada una de las organizaciones puso de relieve: matan a una de nosotras cada 4 días, por el simple hecho de ser mujeres; nos obligan a ser madres (peor aún, obligan a las niñas a ser madres) sin garantizar condiciones mínimas para una maternidad respetada ni en nuestros espacios de trabajo, ni en nuestras universidades; las mujeres campesinas e indígenas son violentadas en el campo; las mujeres trans son asesinadas impunemente; las mujeres de la ciudad salen a las calles sin saber si volverán ese día y el Estado no brinda respuesta eficaz ni a nada de esto ni a muchos otras problemas.

Pero la dureza de esta realidad, si bien nos interpela a cada instante, no impidió que el 8M fuera lo que fue: una gran fiesta lila, llena de alegría, de esperanza, en la que nos hermanamos mujeres diversas, conscientes de nuestras diferencias, pero también de la fuerza que tenemos cuando estamos juntas y organizadas.

De aquel 8M me quedó impregnada en la retina la imagen que veía desde la terraza de la Plaza de la Democracia: éramos miles. Cantando, riendo, llorando, gritando… miles festejando la alegría de estar vivas y de no estar solas, de saber que estábamos haciendo historia.

Hoy somos conscientes de que tenemos voz propia y la alzamos por sobre todo lo que nos siguen diciendo, por sobre los que dicen que estamos locas. Y si estamos locas, lo estamos de alegría y ternura, de saber que nunca más estaremos solas y que podemos transformar la realidad con nuestro poder.

 

Texto publicado originalmente en El Independiente