Si no pelo tetas, no es mi revolución

Hola, me llamo Belencha. Soy la gorda negra que peló tetas en el Paro Internacional de Mujeres, en este caso, Paraguay. Junto a mis hermanas de La Feroz Colectiva y otras amigas, marchamos con los senos al descubierto haciendo uso político e ideal de nuestros cuerpos. No crean que no dudamos en las consecuencias posteriores, pero contra toda cuadratura, nos animamos y usamos nuestras tetas con consignas políticas, para armar bardo y replantearnos todo, desde lo personal hasta lo trascendente. Marchamos junto a aproximadamente 8.000 hermanas más, cantando e interpelando a la gente a replantearse las estructuras, y lo hicimos de una simple y poderosa forma.

No fue poca cosa el marchar con los senos al desnudo, menos en un país en donde pelar culos/tetas para vender está bueno, pero para exigir los derechos somos unas exhibicionistas asquerosas que no tienen en cuenta lo que podrían ver lxs niñxs que pasan por ahí.

“Doble moral, te queremos!” Quiero comentarles a nivel personal (ya que este blog lo escribo desde la individualidad) lo que me dejó el #8M y cuánta importancia tuvo y tendrá en mi vida.

“Me sentí pieles” dijo una de mis feroces amigas. El nivel de alegría y poderosa fuerza que vivimos fue maravilloso y se sintió gigante. No estamos solas, no somos unas locas y definitivamente nada importa más que la sororidad. Aparte de haber bailado por primera vez sin estar pendientes de posibles acosadores, violentadores, densos, y sentir libertad real y colectiva en el cierre y festejo de esa importante fiesta; para mi crecimiento personal y mi formación feminista en desarrollo, esta manifestación fue grandiosa para dejar de mirar mal a María o no bancarla a Juana por pequeñeces individuales que en ese momento no importaban. Las diferencias se quedaron en los costados, porque allí el panorama salió de mi ombligo, de mi planeta y se hizo universo. Se hizo galaxias con fuerzas de mujer. Aunque las diferencias completas nunca cesarán, lo importante es que el salir de nuestras perspectivas personales nos obliga a empatizar con las amigas, las conocidas, las fulanas que no conocemos pero escuchamos de, etc. Lo importante es que esas cuestiones son un absurdo en comparación a la fuerza y cuestión de fondo.

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

Otra peculiaridad que alabo que fue como el efecto colateral más interesante fue la exposición de todes les caretas y los Nachos Progres. A medida que este proceso fue caminándose, la controversia generada desde lo organizativo hasta la marcha ayudó a visibilizar a las personas que se consideraban de línea progresista pero terminaban pasándote un “Manual de Luchas Feministas” porque no estaban de acuerdo con ciertas prácticas, lo cual no está del todo mal, pero como es la primera vez que lo hacemos, estaría bueno cometer errores y descubrirlos en las evaluaciones, no con las peyorativas críticas llenas de mala vibra. Gracias a las redes sociales, un millar de gente fue revelando sus realidades crudas con comentarios machistas, feos, misóginos, transfóbicos, homofóbicos, lesbofóbicos, gordofóbicos; lo cual sirve de filtro para trazar la línea de en qué punto histórico estamos realmente en cuanto a la lucha feminista acá en nuestro sufrido país. Aclaro que no fui parte de la organización pero el proceso se veía a través de las redes o se escuchaba con muchos oídos.

Ahora, el título de mi entrada iba a ser “si tocan a una, nos tocan a todas”, lo cual se debe a un cántico que se escuchó por las calles y luego lo viví desde una imagen “polémica” de mis senos, imagen a la que se le atribuyeron diez mil adjetivos diferentes, entre lindos, horribles y algunos muy hirientes. Pero, sin mentirles, viví ese “tocan a una, nos tocan a todas”. Entre tanta maldad, las chicas nos pusimos las camisetas y nos defendimos entre todas, nos bancamos y nos dimos amor con mensajitos, llamadas, abrazos, besos y mucha empatía. Fue hermoso sentir que esas líneas cobraban vida.. así que persons mala onda, pejeabrí, estamos juntas, en manadas y hermanadas.

A mi, entre tanta alegría de vivir todo esto y hacer muchísimas amigas más, se me solucionaron dos problemas personales de mayor importancia. El paro no sólo me devolvió un amigo al que habían succionado las malas energías de ambos (si, nde rasta olimpero) sino curó mi corazoncito que estaba perdiendo las ganas de seguir luchando. En una depresión que calaba hasta los huesos y por la que sigo luchando por salir, ayudada con las terapias y mimos amistosos, lo que faltaba aparentemente era moverme y sentir los ideales en callos ardorosos. Salir a gritar, reclamar, exigir, visibilizar, cuestionar, llorar, enrabiarse, reír, abrazar, amar. Eso me faltaba. Me faltaba pelar tetas de revolución.

Para terminar, recordemos que ciertos comentarios son la fiel prueba de cuánto necesitamos del feminismo y de andar en manadas y de ser hermanadas. Desde la naturalización de la violación, hasta el discurso doble moralista pro-vida “parí ahora, moríte después” lo que queda por decir es que hay tanto de qué hablar, tanto que debatir, tanto que leer, aprender y compartir. Lo prioritario es ahora el amor. Amar empezando por vos, recorriendo los vínculos con tu familia, tus amigas, empatizando, simpatizando, sintetizando, eliminando y enfatizando lo que cada una sabe que necesita.

“Amiga, yo te creo”
“Amiga, yo te banco”
“Amiga, yo te entiendo”
“Amiga, yo te quiero”.

 

Este texto fue publicado originalmente en el blog Relatos de una Gorda


Después del #8M: el optimismo

Imagen: Fotociclo

 

El #8M 2017 colocó un hito en nuestra ya larga historia de feminismos paraguayos, gracias a diversos elementos conjugados en las expresiones simultáneas en varios puntos del país, y en esa multitud de la marcha en Asunción, de magnitud difícil de calcular (10.000 personas es un número que parece ser el de mayor consenso). Otras veces también marchamos en las fechas clave para las mujeres, si bien en los casos más exitosos fuimos quizás unas mil personas y ni por sueños imaginábamos que esta avalancha de manifestantes era posible, que estaba cerca y que sería una de las más grandes manifestaciones sociales en la historia reciente del país.

Claro que habíamos tenido otros momentos memorables. Por ejemplo, en 1991 hicimos una toma momentánea del Congreso, desalojando a los atónitos congresistas que sesionaban, para proceder a una aprobación simbólica –presidida por Line Bareiro– del proyecto de modificación del Código Civil, redactado por Mercedes Sandoval a partir de un proceso participativo, que hasta entonces había sido sometido apenas a la burla de los legisladores. Habremos sido unas 300 mujeres quizás, que habíamos llegado al final de la dictadura stronista organizadas y con propuestas, y que teníamos el obvio enojo ante un país que aún nos consideraba “incapaces relativas de hecho” ante la ley civil. Pero de eso ya pasó más de un cuarto de siglo, más que la edad de parte importante de las manifestantes del pasado 8 de marzo.

Es que el #8M fue un grito mundial de las mujeres, que nos encontró a las paraguayas con capacidad de unirnos, por muchas razones combinadas para obtener un resultado fantástico. Entre ellas, y sin ánimos de exhaustividad, que estamos ante una generación de jóvenes nacidas ya fuera de la dictadura, con nuevos parámetros, lejos del famoso “no te metas”, que vienen de experiencias de masiva movilización exitosa con resultados palpables (como “UNA no te calles” y las tomas de colegios), así como la recuperación de la capacidad general de movilización ciudadana que fue cortada abruptamente con el golpe de 2012 (recordemos los llamados after office, que ya no se pudieron replicar). Además, ha sido también una respuesta ante el tensado permanente de las cuerdas de la paciencia, con casos de machismo extremo e irracional, con hombres rodeados del halo de autoridad aprovechando púlpitos y bancas para emitir ofensas a las mujeres, discriminaciones varias y disculpas ante el acoso y el abuso de poder.

Y, cómo no, también tenemos ya desde el feminismo una importante acumulación, tanto histórica –con antecedentes recuperados desde al menos principios del siglo XX– como reciente. Se trata de un movimiento de ideas y de acción política que sobrepasa en mucho los límites de una o de algunas organizaciones, cuyos cambios palpables pueden verse en leyes, en políticas y en prácticas sociales, pero que revoluciona ante todo las mentalidades, la forma de entender las sociedades y sus relaciones a partir del sexo (de la sexuación de la especie humana) y del género (cómo entendemos dicha sexuación y todo lo que deviene de ella). Y hablamos de feminismo porque el foco del cambio está en las mujeres: es el movimiento que busca modificar el lugar asignado a las mujeres en la sociedad. Y las mujeres son sus protagonistas centrales porque no hay cambios sociales sin sujetos que actúen en primera persona, con voz propia: sin permisos y sin tutelas.

El #8M en Paraguay logró conjugar todo esto de manera brillante, con una organización horizontal y autogestionada, con reuniones previas abiertas y en una plaza, con cada quien aportando lo que mejor podía, con colorido y creatividad.

Ahí tuvieron cabida los temas y las expresiones que cada participante quiso resaltar, sin tabúes, sin prescripciones ni proscripciones. Cuestiones como el aborto legal y seguro (clásico tema “maldito”) marcharon a la par que la paridad y la igualdad del trabajo doméstico. Los derechos coexistieron, sin privilegios: a una vida libre de violencia, al cuidado, a la tierra, al libre tránsito sin acoso, a la educación sexual, a la sexualidad y la reproducción con salud y sin coacciones, a vivir sin discriminaciones, entre otros muchos. Una fiesta que mostró al Paraguay lo que podemos ser con la construcción colectiva y sostenida de las mujeres y de quienes se unen a esta lucha desde una gran diversidad de lugares y posiciones sociales.

Claro que sigue ahí la reacción fundamentalista y patriarcal, al acecho para impedir que esto siga avanzando. El mismo día de la marcha intentaron una convocatoria frente a la Catedral, sin lograr nada significativo. Difundieron luego fotos de una escena teatral ocurrida en Argentina, para intentar avivar el temor y el rechazo ante el cuco del aborto. Pero bueno, a todo eso ya estamos acostumbradas las feministas: van a tener que seguir mintiendo y cada vez menos gente les creerá, porque las narices crecen, eso lo sabemos desde Pinocho. No les va a resultar, porque ellos pelean por privilegios y nosotras peleamos por derechos.

Lo que ahora importa es que somos una fuerza social consolidada, con una historia que honramos y un futuro que seguimos diseñando, que tenemos el desafío de transformar el mundo mientras vamos generando cambios concretos, y que luego del #8M en Paraguay las feministas tenemos el derecho y hasta el compromiso de asumir el optimismo.


8M: La alegría de ser mujeres (y de no estar solas)


Después de semanas de trabajo y organización, finalmente llegó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, celebrado en los 54 países que se han sumado al Paro Internacional de Mujeres. Aquí, más de 70 organizaciones han articulado esfuerzos para una organización sin precedentes, con actos e intervenciones en todo el país y una movilización en Asunción que reunió a casi 10.000 personas, en torno al festival celebrado en la Plaza de la Democracia. A continuación expongo las razones, personales pero quizá compartidas, de por qué creo que definitivamente el 8 fue una fiesta.

Las organizaciones feministas en este país no son algo que se haya inventado hace una semana. Muchas existen hace ya varios años, con diversos esquemas de organización

–articulaciones, movimientos, coordinadoras, colectivos, sindicatos– así como con diferentes focos de trabajo (mujeres campesinas, indígenas, lesbianas, trans, trabajadoras domésticas, niños y niñas…) pero me atrevo a decir que todas han tenido y tienen que enfrentar las dificultades de trabajar en un país en extremo desigual, conservador y machista.

A pesar de las condiciones adversas, estas organizaciones han logrado sostenerse y trabajar, muchas veces articulando fuerzas: prueba de ello es que ya se han celebrado 6 encuentros feministas nacionales; muchas organizaciones han participado de encuentros en el exterior que han enriquecido sus redes; existe producción científica feminista local –y está en aumento–; ya se ponen en acción mecanismos de respuesta de origen social ante casos de violencia; todo lo cual ha colaborado a que hoy la problemática de género sea un tema obligado en la agenda, que nos mueve a debatir, pensar y repensar mucho de lo que está “normalizado” en nuestra sociedad.

Este nuevo escenario, en que hablar de feminismo y de sus reivindicaciones al parecer va dejando de ser un tabú, plantea un desafío para todas las que llevan años trabajando en esto y las que están incorporándose.

Nos exige reflexionar sobre nuestros objetivos y las acciones que tomaremos es pos de ellos. Desde las universidades hemos aunado esfuerzos para que el 8M llegue a nuestras aulas; hoy, agrupadas dentro de la Plataforma de Universitarias Feministas, nos toca hacer nuestro propia análisis.

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

Cómo llegamos al 8M: Un día del que no hay vuelta atrás

Minga Pora, Encarnación, Caaguazú, Pilar, Ciudad del Este, Aregua… En colegios públicos y privados, el Buen Pastor, instituciones públicas, empresas privadas, los Bañados de Asunción. En total se llevaron a cabo más de 50 intervenciones, paros y actos para lo que hubo un trabajo previo de varias semanas. Todos los martes, la Plaza Italia era testigo del encuentro de mujeres de diversos espacios que intercambiaban ideas en miras a lo que sería ese día.

Paralelamente a las acciones concretas, se debatió constantemente sobre la difícil realidad que vivimos las mujeres de este país, que cada una de las organizaciones puso de relieve: matan a una de nosotras cada 4 días, por el simple hecho de ser mujeres; nos obligan a ser madres (peor aún, obligan a las niñas a ser madres) sin garantizar condiciones mínimas para una maternidad respetada ni en nuestros espacios de trabajo, ni en nuestras universidades; las mujeres campesinas e indígenas son violentadas en el campo; las mujeres trans son asesinadas impunemente; las mujeres de la ciudad salen a las calles sin saber si volverán ese día y el Estado no brinda respuesta eficaz ni a nada de esto ni a muchos otras problemas.

Pero la dureza de esta realidad, si bien nos interpela a cada instante, no impidió que el 8M fuera lo que fue: una gran fiesta lila, llena de alegría, de esperanza, en la que nos hermanamos mujeres diversas, conscientes de nuestras diferencias, pero también de la fuerza que tenemos cuando estamos juntas y organizadas.

De aquel 8M me quedó impregnada en la retina la imagen que veía desde la terraza de la Plaza de la Democracia: éramos miles. Cantando, riendo, llorando, gritando… miles festejando la alegría de estar vivas y de no estar solas, de saber que estábamos haciendo historia.

Hoy somos conscientes de que tenemos voz propia y la alzamos por sobre todo lo que nos siguen diciendo, por sobre los que dicen que estamos locas. Y si estamos locas, lo estamos de alegría y ternura, de saber que nunca más estaremos solas y que podemos transformar la realidad con nuestro poder.

 

Texto publicado originalmente en El Independiente


Yo feminista en el 2017

( a propósito del #8M y su potencia)

Compartiré algunos sentires sobre lo vivido el #8M y mi punto de partida será mi “YO FEMINISTA”. Sí, esa palabra que hasta hoy genera infinidad de preguntas, rechazos, asombro, confusiones intencionadas, resistencias, y a mí, sin embargo, me sigue cambiando la vida entera, me atraviesa el cuerpo y el pienso, me permite construir alternativas para ser yo misma, sin tantas cargas, culpas y miedos que nos metieron desde pequeñas,  por el sólo hecho de ser MUJERES.

Así comienza…

El #8M salí muy temprano (como todos los días para ir al trabajo), esperé horas el colectivo, cuando llegó, estaba repleto como cada mañana, aún así, el chofer continuó subiendo personas, con la típica frase “un poquito más al fondo…”, un viaje hasta Asunción de dos horas aproximadamente, preocupada por algún robo eventual y por supuesto, en evitar los roces frecuentes de tipos desconocidos, hechos que hace mucho dejé de “naturalizar” gracias a la mirada feminista, que me recuerdan además, cómo las injusticias se manifiestan tan sutiles desde muy tempranito para nosotras. En medio de toda la situación, tomé la decisión de pasar ese tiempo con auriculares puestos, recordando todas las plenarias realizadas para organizar el Paro, las reuniones del equipo increíble y cargado de pilas que se conformó para el Consultorio Jurídico Feminista del cual hice parte, las llamadas y mensajes de muchas mujeres en los días previos para compartir casos de violencia, de atropellos laborales, además de consultas sobre el Paro y voluntades tan diversas para colaborar;  mi cabeza por un momento reconoció una sensación nueva, un #8M a diferencia de otros años, y fue que esta vez a una cantidad importante de personas en Paraguay no le quedó otra que escuchar nuestras demandas, vernos (muchas, juntas y fuertes); ese día se hizo más difícil tapar una realidad tan hostil para las mujeres en nuestro país así nomás.

Llegué por fin a la Plaza O’Leary de Asunción, en donde preparamos el Consultorio Jurídico Feminista (CJF). Durante toda la mañana y tarde, el equipo del Consultorio recibió a mujeres con sus casos específicos, en un espacio pensado con mucho cuidado, libre de discriminaciones y cargado de compromiso, incluso con la instalación de un lugar para niñas y niños, en especial para aquellas mujeres que se acercaron con sus hijas e hijos. Con la experiencia comprendí lo importante que es poner las ideas en un colectivo para sumarle fuerza, romper los compartimientos estancos e individualistas que nos enseñaron en la Universidad y juntarnos entre abogadas/os, psicólogas/os, sociólogas/as, estudiantes y profesionales, que tuvimos que debatir objetivos y miradas comunes previamente para atender cada caso.

Repartí abrazos largos, sonrisas, palabras de fuerza a cada una de las mujeres que se acercaron al Consultorio y pude conectarme profundamente con sus historias. Todas las veces que compartí con ellas la frase “no estás sola y juntas somos más fuertes”,

sentí la convicción de esta lucha feminista, que está cargada de sentido, de motivos de ser y existir, además, me llenó de alegría ver a cada compañera y compañero del equipo con sus aportes y colaboraciones, cada una/o haciendo una tarea de la mejor manera posible, en un clima de respeto y buena onda durante todas las horas que estuvimos en la Plaza, fue una experiencia de múltiples aprendizajes que marcó el inicio de otras acciones colectivas futuras.

Ya en la preparación de la marcha, la Plaza Uruguaya estuvo vestida de colores, de expresiones artísticas, de cuerpos y rostros que irradiaban entusiasmo, alegría y fuerza, ocupada de mil maneras por todos los feminismos, sí, así en plural, porque es lo que somos, diversas y cada vez más en cantidad y en ideas.

Vi además muchas niñas y niños con mensajes y demandas propias reflejados en sus carteles, me recordó a mi mamá que desde pequeña me llevó a las marchas, era una de sus formas de educación, y hoy lo veo como una de las mejores muestras de amor, porque me inyectaron fuerza y no miedos, libertad y mucha humanidad.  Marché con colores en el pelo, mi pañuelo violeta, mi remera feminista al igual que miles de mujeres ese día, estuve paso a paso gritando consignas y bailando junto a mis compañeras de Las Ramonas, que además me enseñan tanto a través de cada acción colectiva que impulsamos; incluso al lado de mi compañero de vida, con quien por fin aprendí que elegir una pareja  también es un acto profundamente feminista y revolucionario. Me invadió una emoción infinita durante todo el recorrido de la marcha, compartí gritos, cánticos, miradas y risas con otras mujeres presentes, supuestamente “desconocidas”, pero sin embargo, en ese momento preciso las más  hermanadas, cómplices y compañeras. Cuando llegamos a la Plaza de la Democracia para el Festival, nos recibió la voz bellísima de Ana Tijoux, con su “hit feminista Antipatriarca”, ya no me encontraba sola escuchando el tema desde mis auriculares caminando o en el colectivo, intentando paliar las posibles situaciones de acoso, éramos miles gritando la letra con mucha fuerza y alegría para que la escuche el país entero. Con la lectura del manifiesto por compañeras tan diversas, me reflejé en cada una de las demandas, me emocioné, hasta dejé caer algunas lágrimas, fue un día de lucha y de fiesta.

Empecé el escrito haciendo énfasis en mi YO FEMINISTA, porque cuando me reconocí como una,  el feminismo en Paraguay era como ese cuco grande que te atrapa y te vuelve una histérica, una “argelada”, te quita lo “femenina”, aquel que provoca la multiplicación de comentarios de desaprobación de tus ideas y pensamientos o concentra las miradas en donde vayas, en reuniones de amigos, la Universidad, los almuerzos familiares, incluso hace más difícil tus relaciones personales como las de pareja. Sin embargo, más allá de todas esas marcas desinformadas o exageradas que hasta hoy siguen depositando en nosotras, me parece oportuno contar que Mi YO FEMINISTA hoy, en el 2017, sigue más fuerte que nunca y el #8M me lo recordó, lo fijó aún más en mi cabeza, me cargó de energías y emoción, porque el feminismo a mí me dio herramientas para comprender la realidad de forma más crítica,  para desnaturalizar las injusticias sociales y hacerme más preguntas, me interpeló con mis propias contradicciones, me ayudó a dejar de mirar el ombligo y apostar a la construcción colectiva de estrategias y alternativas de vida con otras mujeres, desde el reconocimiento, la solidaridad, la sororidad, el amor propio; así también, encontré personas maravillosas durante este camino, con quienes comparto piensos, sueños y utopías que nos empujan a continuar creciendo, nunca más solas, sino juntas, a sabernos muchas y poderosas, por nosotras, por las que vendrán, porque esta vez fuimos miles, pero podemos ser millones. ¡Por más #8m potentes y emancipadores!

YO FEMINISTA, NOSOTRAS (LAS MUCHAS, LAS JUNTAS, LAS FUERTES) FEMINISTA(S).

 


Un 8M diferente y el poder de lo colectivo

 

Es  difícil borrar la sonrisa de los rostros de feministas paraguayas en estos días. Esas sonrisas que empezaron a esbozarse en la madrugada del 8 de marzo cuando se recibían las primeras fotos de Lambaré, con su burrerita vestida de fucsia y su indio coronado con una pañoleta,  de Caaguazú, con activistas que juntaron monedas una a una para hacerse de camisetas y  estaban ya con  sus banderas en la plaza, de Encarnación, donde mujeres de Paraguay y Argentina  se fundieron en un abrazo en el medio del puente que une a ambos países.

Foto: Natalia Ruiz Díaz

Eran sonrisas que se fueron ampliando cuando en la Plaza O’Leary  de Asunción empezó a juntarse gente para trabajar o participar de las diversas actividades: estudiantes de derecho y abogadas del consultorio jurídico feminista, responsables de Rohendu, el servicio de atención a mujeres lesbianas, asesoras sindicales  brindando información, trabajadoras domésticas con sus reivindicaciones, mujeres en búsqueda de remeras pintadas con el 8M o de una clase de autodefensa.

A las 18 horas las expresiones  satisfechas convergían ya en una  auténtica explosión de alegría ante la masiva llegada de gente a la Plaza Uruguaya, convirtiéndola en un mar de fucsia y lila. Esa alegría se desplegó por muchas cuadras en la calle Palma: mientras llegaban las compañeras que encabezaban la marcha a la Plaza de la Democracia  aún  no terminaban de salir las últimas de México Mariscal Estigarribia. El  despliegue fue también de reclamos, en diversidad  y sororidad, donde todo tuvo cabida: carteles con demandas, música, teatro, cuerpos pintados,  tetazos. Saludarnos, alegrarnos juntas y cuidarnos  fueron consignas plenamente compartidas, además de aquellas que exigían el cese de los feminicidios, una vida libre de violencia, igualdad laboral, paridad en el poder político y social, entre tantas de las que se levantaron ese día.
8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

¿Qué hizo posible una respuesta  de esta envergadura a la convocatoria del 8M, prodigando a los feminismos del Paraguay  un momento de tanta alegría? ¿Cómo llegó un movimiento que siempre fue considerado marginal, de unas pocas “radicalizadas y extremistas” a una movilización tan masiva y diversa?

Indudablemente confluyeron muchos factores  en lo sucedido el 8M y el peso del resultado no puede ser colocado en uno solo. Hubo un largo trecho de trabajo, esfuerzos y coyunturas específicas entre el proceso sostenido de construcción que por décadas realizaron feministas paraguayas durante el proceso de transición democrática, hasta la eclosión de la conformación de grupos de mujeres de diversos tamaños y objetivos en todo el país, y sobre todo de grupos de feministas jóvenes, actores centrales de este 8M.

Este periodo reciente tiene antecedentes más lejanos aún, con  procesos truncados por el cruel periodo stronista; son aquellos que Bareiro, Monte y Soto (1993) recuperan en Alquimistas. Documentos para otra historia de las mujeres[1], cuando nos cuentan que durante la primera mitad del Siglo 20 hubo un rico debate feminista en nuestro país, con la emergencia de agrupaciones como el Centro Feminista Paraguayo en 1920 y la Asociación Feminista en 1929 , o a través de  documentos como las tesis Humanismo de Serafina Dávalos y Feminismo de Virginia Corvalán, y periódicos como el librepensador y anticlerical La Voz del Siglo (1902 a 1904) dirigido por Ramona Ferreira, Por la mujer, aparecido en 1936 o El feminista,  cuya primera aparición se produjo en 1953.

La dictadura stronista puso un paréntesis a la expansión del movimiento feminista en el Paraguay, con la imposición de  un obligado  silencio a todo accionar desafiante. Las mujeres que luchaban por igualdad,  justicia  y libertad, declaradas feministas  o no, estaban presas, desaparecidas o asesinadas. Ese silencio no fue inocuo y es así que “cuando surgen las nuevas organizaciones de mujeres en los inicios de la década de los ochenta, lo hacen sin recuerdos de las que las precedieron” (Bareiro, 1997)[2].

Los años finales de la dictadura de Stroessner vieron la conformación de la Coordinación de Mujeres del Paraguay en 1987. La lucha de este colectivo para modificar leyes discriminatorias como el Código Civil y el Código Penal con acciones osadas como el cerco al parlamento para exigir los cambios legales, y el empecinamiento en realizar los Encuentros  Feministas del Paraguay, permitió a los feminismos articularse y sostener un hilo de pensamiento y acción en tiempos difíciles de finales y post dictadura stronista.

Los años 90 y la primera década del siglo XXI fueron los de  feminismos empeñados en construir pensamiento y generar espacios de expansión de la idea de igualdad. Los cursos de formación en género y feminismo, seminarios, encuentros, debates, producción de material, investigaciones, recuperación de figuras  olvidadas por la historia se sucedían sin pausa, y todo sirvió para ir  construyendo un proceso de acumulación  de pensamiento y actuaciones feministas.

El 8M brindó el momento propicio para salir de los pequeños cuartos propios [3] en los que muchas veces se recluyeron los feminismos y vino de la mano de la fuerza y el ímpetu de una generación de jóvenes feministas que irrumpen en la escena; ellas colocan sus miradas frescas, desafiantes,  transgresoras, enredadas, y logran ser la fuerza convocante que necesitaban los feminismos para demostrar con mucha presencia su existencia a una sociedad en la que  la violencia hacia las mujeres, el machismo y el patriarcado se expresan a diario y de formas muy crueles.

La mirada histórica permite vincular lo que hoy sucede con  procesos de construcción y acumulación que a veces no se perciben y encontrar estos hilos conectores permite visualizar uno de los factores que concretó el 8M. Pero más allá de éste  y otros que se seguirán identificando y analizando, hubo un elemento que estuvo presente en todo el espectro de las acciones de construcción  del 8M de 2017 en Paraguay y de su concreción  el día miércoles en la multitudinaria marcha: el accionar colectivo.

La posibilidad de participación amplia, en un espacio público como la Plaza Italia, que recibió semana a semana a quienes quisieron participar del proceso, el debate amplio sobre las acciones conjuntas a ser desarrolladas,  el trabajo  para definir un  pronunciamiento común ,  los esfuerzos por buscar aportes solidarios de personas y organizaciones participantes como una forma central de garantizar la autonomía del proceso; todo se desarrolló bajo la impronta de la participación.

El poder colectivo fue un poderoso aglutinante para los feminismos y para el movimiento amplio de mujeres del Paraguay, que tantas veces se han debilitado en los desencuentros. La certeza de que el  8M Paraguay no tenía dueñas sino una maternidad colectiva tuvo un eco tan fuerte que posibilitó la movilización de esfuerzos, de recursos, de creatividad, de trabajo, hasta concretarse en acciones masivas y diversas que quedarán por mucho tiempo en nuestras retinas. Y probablemente esta construcción realizada en poco tiempo, pero con sólidas raíces en las luchas que la precedieron, brinde fuerzas, muestre el camino y sea un preludio de encuentros mucho más amplios que posibiliten construir la sociedad justa e igualitaria que necesitamos las mujeres para vivir nuestras vidas a plenitud.

 


[1] Bareiro, Line; Monte, Mary y Soto, Clyde (1993) Alquimistas. Documentos para otra historia de las mujeres. Asunción: Centro de Documentación y Estudios.

[2] Bareiro Line (1997). “Construcción femenina de ciudadanía”, en Bareiro, Line y Soto, Clyde (ed.) Venezuela: Centro de Documentación y Estudios/Nueva Sociedad.

[3] Un  cuarto propio es el título del ensayo feminista de la escritora inglesa Virginia Wolf, publicado en 1929.