¿Qué significó el 8M para las mujeres indígenas?

 

El 8 M salí a marchar, pero antes me pregunté, ¿cómo y dónde estamos las mujeres indígenas? Participé como observadora de una de las plenarias preparatorias en la plaza Italia. Observé a jóvenes mujeres, entusiastas, luchadoras, soñadoras, alegres, y a la vez convencidas, con carácter, con firmeza y con un gran espíritu de cuerpo, que tenían muy claro porqué era necesario hacer esta marcha. Me sentí representada por ellas, porque ellas hoy siguen pasando por lo que yo he pasado ¡qué poco ha cambiado la sociedad hacia las mujeres! Esas hermosas chicas, morenitas, trigueñas o blanquitas, estudiantes, de distintas clases sociales, campesinas, obreras, profesionales…todas ellas manifestando su indignación, su preocupación por la discriminación, la violencia, los riesgos y peligros por los que pasan cada día.

Pensaba, si ellas pasan por todo esto todos los días, ¿cuánto más pasan mis compañeras y hermanas indígenas en las comunidades, en los servicios de salud, en las calles, en las escuelas, y colegios, en las ciudades?…todas sufriendo en silencio, “aguantando” los desprecios, invisibilizadas, discriminadas y excluidas, sin encontrar justificación para tamaña situación. Entendí que debíamos estar, teníamos que marcar también nuestra presencia, que aunque no fuéramos muchas, debíamos estar. Todas ellas serían nuestras voces. Esas jóvenes mujeres y varones ya nos miran de otra forma, sentimos que podemos ser vistas como sujetas de derechos, sentimos mayor empatía y comprensión hacia nuestras luchas, y las luchas son más colectivas, porque ellas, las de esta nueva generación de mujeres jóvenes, se ven reflejadas en lo colectivo, y saben que los derechos son para todas.

Nos queda el desafío de colocar nuestras propias voces, de crear alianzas, de desapegarnos de tutelajes, de unirnos como colectivo, como pueblo, como mujeres indígenas. Y, desde nuestro propio protagonismo y cosmovisión, enriquecer la defensa de nuestros derechos en este territorio llamado Paraguay.


Un 8M diferente y el poder de lo colectivo

 

Es  difícil borrar la sonrisa de los rostros de feministas paraguayas en estos días. Esas sonrisas que empezaron a esbozarse en la madrugada del 8 de marzo cuando se recibían las primeras fotos de Lambaré, con su burrerita vestida de fucsia y su indio coronado con una pañoleta,  de Caaguazú, con activistas que juntaron monedas una a una para hacerse de camisetas y  estaban ya con  sus banderas en la plaza, de Encarnación, donde mujeres de Paraguay y Argentina  se fundieron en un abrazo en el medio del puente que une a ambos países.

Foto: Natalia Ruiz Díaz

Eran sonrisas que se fueron ampliando cuando en la Plaza O’Leary  de Asunción empezó a juntarse gente para trabajar o participar de las diversas actividades: estudiantes de derecho y abogadas del consultorio jurídico feminista, responsables de Rohendu, el servicio de atención a mujeres lesbianas, asesoras sindicales  brindando información, trabajadoras domésticas con sus reivindicaciones, mujeres en búsqueda de remeras pintadas con el 8M o de una clase de autodefensa.

A las 18 horas las expresiones  satisfechas convergían ya en una  auténtica explosión de alegría ante la masiva llegada de gente a la Plaza Uruguaya, convirtiéndola en un mar de fucsia y lila. Esa alegría se desplegó por muchas cuadras en la calle Palma: mientras llegaban las compañeras que encabezaban la marcha a la Plaza de la Democracia  aún  no terminaban de salir las últimas de México Mariscal Estigarribia. El  despliegue fue también de reclamos, en diversidad  y sororidad, donde todo tuvo cabida: carteles con demandas, música, teatro, cuerpos pintados,  tetazos. Saludarnos, alegrarnos juntas y cuidarnos  fueron consignas plenamente compartidas, además de aquellas que exigían el cese de los feminicidios, una vida libre de violencia, igualdad laboral, paridad en el poder político y social, entre tantas de las que se levantaron ese día.
8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

¿Qué hizo posible una respuesta  de esta envergadura a la convocatoria del 8M, prodigando a los feminismos del Paraguay  un momento de tanta alegría? ¿Cómo llegó un movimiento que siempre fue considerado marginal, de unas pocas “radicalizadas y extremistas” a una movilización tan masiva y diversa?

Indudablemente confluyeron muchos factores  en lo sucedido el 8M y el peso del resultado no puede ser colocado en uno solo. Hubo un largo trecho de trabajo, esfuerzos y coyunturas específicas entre el proceso sostenido de construcción que por décadas realizaron feministas paraguayas durante el proceso de transición democrática, hasta la eclosión de la conformación de grupos de mujeres de diversos tamaños y objetivos en todo el país, y sobre todo de grupos de feministas jóvenes, actores centrales de este 8M.

Este periodo reciente tiene antecedentes más lejanos aún, con  procesos truncados por el cruel periodo stronista; son aquellos que Bareiro, Monte y Soto (1993) recuperan en Alquimistas. Documentos para otra historia de las mujeres[1], cuando nos cuentan que durante la primera mitad del Siglo 20 hubo un rico debate feminista en nuestro país, con la emergencia de agrupaciones como el Centro Feminista Paraguayo en 1920 y la Asociación Feminista en 1929 , o a través de  documentos como las tesis Humanismo de Serafina Dávalos y Feminismo de Virginia Corvalán, y periódicos como el librepensador y anticlerical La Voz del Siglo (1902 a 1904) dirigido por Ramona Ferreira, Por la mujer, aparecido en 1936 o El feminista,  cuya primera aparición se produjo en 1953.

La dictadura stronista puso un paréntesis a la expansión del movimiento feminista en el Paraguay, con la imposición de  un obligado  silencio a todo accionar desafiante. Las mujeres que luchaban por igualdad,  justicia  y libertad, declaradas feministas  o no, estaban presas, desaparecidas o asesinadas. Ese silencio no fue inocuo y es así que “cuando surgen las nuevas organizaciones de mujeres en los inicios de la década de los ochenta, lo hacen sin recuerdos de las que las precedieron” (Bareiro, 1997)[2].

Los años finales de la dictadura de Stroessner vieron la conformación de la Coordinación de Mujeres del Paraguay en 1987. La lucha de este colectivo para modificar leyes discriminatorias como el Código Civil y el Código Penal con acciones osadas como el cerco al parlamento para exigir los cambios legales, y el empecinamiento en realizar los Encuentros  Feministas del Paraguay, permitió a los feminismos articularse y sostener un hilo de pensamiento y acción en tiempos difíciles de finales y post dictadura stronista.

Los años 90 y la primera década del siglo XXI fueron los de  feminismos empeñados en construir pensamiento y generar espacios de expansión de la idea de igualdad. Los cursos de formación en género y feminismo, seminarios, encuentros, debates, producción de material, investigaciones, recuperación de figuras  olvidadas por la historia se sucedían sin pausa, y todo sirvió para ir  construyendo un proceso de acumulación  de pensamiento y actuaciones feministas.

El 8M brindó el momento propicio para salir de los pequeños cuartos propios [3] en los que muchas veces se recluyeron los feminismos y vino de la mano de la fuerza y el ímpetu de una generación de jóvenes feministas que irrumpen en la escena; ellas colocan sus miradas frescas, desafiantes,  transgresoras, enredadas, y logran ser la fuerza convocante que necesitaban los feminismos para demostrar con mucha presencia su existencia a una sociedad en la que  la violencia hacia las mujeres, el machismo y el patriarcado se expresan a diario y de formas muy crueles.

La mirada histórica permite vincular lo que hoy sucede con  procesos de construcción y acumulación que a veces no se perciben y encontrar estos hilos conectores permite visualizar uno de los factores que concretó el 8M. Pero más allá de éste  y otros que se seguirán identificando y analizando, hubo un elemento que estuvo presente en todo el espectro de las acciones de construcción  del 8M de 2017 en Paraguay y de su concreción  el día miércoles en la multitudinaria marcha: el accionar colectivo.

La posibilidad de participación amplia, en un espacio público como la Plaza Italia, que recibió semana a semana a quienes quisieron participar del proceso, el debate amplio sobre las acciones conjuntas a ser desarrolladas,  el trabajo  para definir un  pronunciamiento común ,  los esfuerzos por buscar aportes solidarios de personas y organizaciones participantes como una forma central de garantizar la autonomía del proceso; todo se desarrolló bajo la impronta de la participación.

El poder colectivo fue un poderoso aglutinante para los feminismos y para el movimiento amplio de mujeres del Paraguay, que tantas veces se han debilitado en los desencuentros. La certeza de que el  8M Paraguay no tenía dueñas sino una maternidad colectiva tuvo un eco tan fuerte que posibilitó la movilización de esfuerzos, de recursos, de creatividad, de trabajo, hasta concretarse en acciones masivas y diversas que quedarán por mucho tiempo en nuestras retinas. Y probablemente esta construcción realizada en poco tiempo, pero con sólidas raíces en las luchas que la precedieron, brinde fuerzas, muestre el camino y sea un preludio de encuentros mucho más amplios que posibiliten construir la sociedad justa e igualitaria que necesitamos las mujeres para vivir nuestras vidas a plenitud.

 


[1] Bareiro, Line; Monte, Mary y Soto, Clyde (1993) Alquimistas. Documentos para otra historia de las mujeres. Asunción: Centro de Documentación y Estudios.

[2] Bareiro Line (1997). “Construcción femenina de ciudadanía”, en Bareiro, Line y Soto, Clyde (ed.) Venezuela: Centro de Documentación y Estudios/Nueva Sociedad.

[3] Un  cuarto propio es el título del ensayo feminista de la escritora inglesa Virginia Wolf, publicado en 1929.