El Centro de Documentación y Estudios está de duelo por la tragedia del pueblo haitiano, tragedia que ciertamente no comenzó con el terremoto de 7.0 sino con una larga historia de avasallamiento del primer pueblo libre de América Latina y el Caribe.
En esta hora queremos rescatar la memoria de tres grandes líderes feministas que fallecieron en el terremoto: Myriam Merlet, Anne Marie Coriollan y Magalie Marcellin. No son las únicas luchadoras por la igualdad de las mujeres que han muerto, para nuestra tristeza llegan los ecos de la muerte de otras feministas como la guatemalteca Mirna Rodas.
Magalie Marcelin educaba a las mujeres jóvenes sobre sus derechos, era abogada y actriz reconocida. Fue fundadora de Kay Fanm o Casa de las Mujeres. Logró por ejemplo la deportación de unos 100 cascos azules de las Naciones Unidas porque prostituían a niñas de menos de 13 años y les pagaban un dólar a cambio de la relación sexual. Magalie abrió el debate sobre la violencia hacia las mujeres organizando en 1996 el primer tribunal alternativo contra la violencia en Haití. La Casa ofrece servicios a las mujeres que sufren violencia, incluyendo refugio y también tiene programas de microcrédito para mujeres que trabajan en los mercados. Magalie Marcelin logró también la primera condena a un hombre maltratador de su esposa. Para ello recurrió a la estrategia de que las mujeres en tropel invadieran el local del tribunal en el que se juzgaba al maltratador. Su propia hija contribuyó al rescate su cuerpo de los escombros. (Fuentes: carta de María Suarez y CNN).
Anne Marie Coriolan tenía también 53 años y era consejera superior del Ministerio de los Derechos de la Mujer de Haití. Ella fue fundadora de el SOFÁ o Solidarite Fanm Ayisyen. Anne Marie era sobre todo una mujer política que logró en base a las movilizaciones de mujeres y el desarrollo de argumentos que desde el 2005 los tribunales pasasen a considerar a las violaciones sexuales de mujeres como un crimen y “un instrumento de terror y de guerra”. Antes de eso las violaciones eran consideradas como “crímenes pasionales”. Consecuente, en su vida privada logró que su hija y su hijo llevasen también su apellido, lo que no es usual en Haití y que ambos amen Haití y estén orgullosos/as de ser haitianos, como ella amaba a su país.