• 25 Oct 2015

Foto: facebook

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En estos días se dio a conocer un vídeo de contenido sexual del intendente de Limpio, Ángel Gómez Verlangieri teniendo relaciones sexuales con una joven en su propio despacho de la municipalidad. La joven, una funcionaria de 19 años, posteriormente denunció penalmente al intendente por coacción sexual, acoso sexual y otros dos delitos. En su denuncia sostuvo que el acoso había iniciado apenas había ingresado a trabajar a la municipalidad y que fue obligada a tener relaciones sexuales bajo la amenaza de ser despedida.
Los escándalos sexuales de los políticos no son algo nuevo en Paraguay. En nuestra historia reciente se han registrado varios de ellos (recordemos, por ejemplo, el video de Kalé). Todos los casos tienen de común varias cosas. En primer lugar el uso del poder político para lograr “favores” sexuales con funcionarias, que de otra manera no hubieran ocurrido. En el caso del intendente de Limpio se ha utilizado incluso el horario y las instalaciones pagadas por contribuyentes. En segundo lugar, las reacciones generadas han ponderado al “macho” y vilipendiado a las mujeres.

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La reivindicación del “macho” como el buen gobernante ha sido una de las constantes. En el caso del intendente, un cartel de una manifestación de apoyo decía “queremos nuestro intendente bien macho”, mostrando que este tipo de actos, lejos de indignar a la gente, en muchos casos genera admiración por la muestra de “hombría” del protagonista.
Al mismo tiempo, vilipendiar a la mujer es lo que completa el panorama. “El hombre llega hasta donde la mujer le permite”, decía otro de los carteles.

El acoso sexual en el trabajo es algo muy común, una realidad que afecta a miles de mujeres que en muchos casos prefieren callar (o renunciar si tienen la posibilidad), porque este tipo de mecanismos de justificación son los que se activan inmediatamente. Culpabilizar y responsabilizar a las víctimas de violencia sexual es la primera reacción. Escrutar su vida para saber si es una “víctima apropiada”, antes de creerle es la segunda reacción. Esto envía a todas las mujeres el mensaje de que deben callar toda la violencia sexual que sufren porque antes de ser auxiliadas van a ser juzgadas ellas. A los hombres envía el mensaje de que pueden agredir impunemente a las mujeres porque en el mejor de los casos podrían ser incluso vanagloriados por “machos”.

Además de ser una radiografía perfecta de nuestra sociedad donde los machos que usan el poder y el dinero público para agredir sexualmente a las mujeres no sólo serán impunes sino que serán considerados héroes, muestra una sociedad profundamente machista donde las mujeres seguimos expuestas a la violencia sexual en cualquier espacio donde estemos en relación de dependencia y jerarquía con otros.

En épocas electorales nos muestra además que el nivel del debate no es quien tiene las mejores propuestas, sino quien es el más macho. Ante tan nulo debate, tal vez deberíamos plantearnos votar nulo, ¿no?