• 11 Abr 2017

por Clyde Soto // Enmienda sí, enmienda no: es la letanía de fondo de un Paraguay sacudido por la violencia y la incertidumbre política. Lo ocurrido desde el 28 de marzo de 2017, cuando el Senado se fractura por una modificación de reglamento a fin de aprobar a las apuradas una enmienda constitucional que introduce la reelección presidencial (cuestión vedada desde la Constitución de 1992), nos retrotrae a un punto muerto en las posibilidades de avance democrático y hasta de convivencia pacífica. Y esto es nefasto en cuanto a la ampliación de derechos para todas las personas. La imagen de la quema del Congreso podría funcionar como prueba contundente y “de público conocimiento” de que las cosas no funcionan bien en la República del Paraguay, pero intentaré explicar el sentido de lo que afirmo.

Aclaro de entrada que no me referiré a la reelección, figura a la que si bien tengo tirria por haber sufrido la interminable reelección sin límites del dictador Stroessner desde que tengo memoria hasta 1989, admito como factible en democracia. Y en cuanto a la enmienda, no pretendo abordar el cúmulo de debates acerca de lo legal / ilegal, constitucional / inconstitucional de lo que ha sucedido, pero tengo un par de posiciones: que al haberse rechazado la propuesta en agosto de 2016 era obligatorio esperar un año antes de volver a presentarla, y que era innecesaria esa fractura tan seria del Senado para aprobar el tal proyecto de enmienda. Bastaba con que los sectores pro-enmienda esperaran unos días y votaran en el pleno de la Cámara de Senadores. Al menos, posiblemente se habría evitado los brotes violentos posteriores a esa acción y se hubiese preservado (en algo y pese a su evidente crisis de legitimidad) a uno de los poderes claves de la República.

El sentido de estas líneas es reflexionar sobre las implicancias de este proceso para un amplio conjunto de luchas que desde hace tiempo buscan transformar la faz del Paraguay en un sentido igualitario y de derechos.

 

Nuevo punto muerto

El punto muerto en cuanto a las posibilidades democráticas tiene que ver con varias razones, ninguna de ellas nueva, pero todas magnificadas con los últimos sucesos. La primera, que vivimos bajo la amenaza del terrorismo de Estado. El 31 de marzo tuvimos un muestrario completo: la vil ejecución del joven Rodrigo Quintana en medio de un asalto policial violento e ilegal a la sede de un partido, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), las lesiones graves infligidas por policías a ciudadanas y ciudadanos (entre ellos un diputado) y la “cacería” policial desatada en las calles de Asunción, que dejó numerosas personas heridas, detenidas y torturadas. Este modo de operar no es nuevo. Se repitió desde el final de la dictadura, con puntos álgidos en el Marzo Paraguayo de 1999 y en la masacre de Marina Kue en 2012. Todas las veces hubo objetivos políticos detrás de la violencia estatal. Y, además, siempre fue usado el aparato fiscal y judicial para sostener las posiciones políticas y las injusticias, con chivos expiatorios a quienes acusar, con falsos testimonios para embarrar la posibilidad de conocer la verdad y también con sentencias infames, como las del caso Curuguaty.

Por si la dictadura no hubiera bastado, el caso Curuguaty –con sus 17 muertos, su circo jurídico y sus condenas injustas– debería haber sido suficiente para advertir que si admitimos el terrorismo de Estado en uno o en cualquier caso, el monstruo seguirá tragando vidas y derechos humanos según convenga al poder de turno, afectando incluso a quienes alguna vez callaron por oportunistas. Pero eso no ha pasado y nos toca vivir tiempos de expansión de la violencia y la impunidad. ¿Hasta dónde llegará esto? ¿Ya podemos llamarlo dictadura o hay que esperar más? ¿Cuánto debe consolidarse o generalizarse el terror como modo de actuación estatal para que podamos llamarlo terrorismo de Estado? ¿Cuánto más veremos repetirse este tipo de ataques por parte de agentes estatales para que no lo admitamos ni como presente ni como futuro?

Sobra decir que un sistema de convivencia y de gobierno democrático es incompatible con el terrorismo de Estado. El Paraguay no culminará su interminable transición democrática si sigue admitiendo esto. Podríamos suponer que ya no hay transición, pues esta implicaría un “camino hacia”, mientras lo que vemos es estancamiento y hasta una regresión hacia el autoritarismo del que alguna vez soñamos que podríamos salir.

Foto: Juan Carlos Meza

La segunda razón en cuanto al punto muerto en términos de democracia es el nuevo estallido de las opciones políticas que podrían haber configurado un campo de opciones ante el autoritarismo. Tampoco esto es nuevo. La primera experiencia de alternancia política pos-dictadura se dio con Fernando Lugo y una alianza amplia de oposición en 2008, pero cayó ante el golpe parlamentario asestado por parte de los iniciales aliados (PLRA y Partido Democrático Progresista – PDP) junto con el Partido Colorado, el Partido Patria Querida (PPQ) y el Partido Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (UNACE). Paraguay no pasó su prueba de alternancia por la ambición y mezquindad de los golpistas de entonces, que cerraron filas ideológicas y de clase frente a lo que consideraron era un gobierno de intolerable izquierda –cuestión más que discutible, por cierto–, y por las limitaciones de un gobierno que no terminaba de definir su propio proyecto político. Algunos de aquellos golpistas hoy lamentan los desmanes del gobierno que ayudaron a colocar al frente del Paraguay y se embanderan con la democracia que lastimaron tan gravemente. Esto de la enmienda fractura en muchos sentidos al espectro político, tanto a colorados como a liberales y a la siempre fragmentada izquierda, pero en las filas coloradas está arraigada la costumbre de dejar de lado los rencores ante la posibilidad de poder. Lo cierto es que nos vamos quedando sin opciones hoy visibles sobre cómo des-enquistar al viejo y nefasto poder colorado, que encima es cada vez más francamente stronista.

Salir de la dictadura y transitar hacia la democracia implica –entre muchos otros aspectos– que se consolide la posibilidad de alternancia pacífica, respetando la voluntad mayoritaria al elegir gobierno. Es decir, que se normalice eso de que nadie, ni ningún sector, es dueño eterno y per se del poder político ni del aparato estatal. Todo eso estalló con el golpe de 2012, que fue la preparación del retorno autoritario que hoy tenemos (que excede la figura de Cartes, pues representa un sentido y modo de hacer políticas y gobierno) y que hace explícita su voluntad de haber venido para intentar quedarse. Hay quienes dicen que precisamente por eso se precisa enmendar la Constitución, para que Lugo tenga la posibilidad de pelear y ganar las elecciones de 2018 frente a Cartes y a otros proyectos igualmente burgueses y oligárquicos. Sin embargo, la coyuntural alianza pro-enmienda que esto implica, justamente con quien amenaza con eternizarse en el poder usando las armas del terror y la manipulación normativa (por ejemplo, la ley de Defensa en 2013 y ahora los vaivenes constitucionales), podría terminar por volverse en contra de la credibilidad de este proyecto. Suena además difícil dicha proyectada victoria cuando el historial de resultados electorales indica que se precisan alianzas amplias de oposición para ganar al Partido Colorado, más aún cuando ya recuperó el caudal que había perdido con su escisión del oviedista partido UNACE.

Todo esto muestra el fracaso de un modelo restringido de democracia, aplicado apenas a las cáscaras o formas institucionales, que hoy desnuda sus reales limitaciones en términos de proyecto que beneficie a las mayorías. Podría ser considerado una oportunidad para dar más relevancia a los contenidos y a los resultados del sistema; sin embargo, si ante dicho fracaso lo que triunfa es el autoritarismo más retrógrado… ¿quiénes terminan ganando y, sobre todo, qué ganan?

Una tercera razón del estadio de punto muerto es que se está profundizando la fragmentación y el antagonismo de los proyectos políticos que se ubican en los campos de la izquierda y el llamado progresismo (término por demás ambiguo, pero que alguna cosa representa). Claro que el debate de contenidos y propuestas se da por supuesto en la vida política, pero el maniqueísmo y la tónica actual de las acusaciones mutuas hacen previsible una extrema dificultad de acordar cualquier proyecto futuro en un marco de unidad amplia de estos sectores. Con la fundación del Frente Guasu (FG) en 2010 se había dado un paso en este sentido, si bien quedaban importantes agrupaciones por fuera. Sin embargo, las primeras elecciones pos-golpe (las de 2013) dividieron al frente. Lejos de avizorarse cualquier recomposición en este campo, se consolida dicha división en el actual contexto. Esto condena a la izquierda paraguaya a ser marginal o a aliarse con los partidos tradicionales para obtener cuotas de poder o decisiones políticas. De hecho, el gobierno de Asunción fue ganado en 2015 por Avanza País (sector escindido del FG) con los liberales. Y ahora el FG intenta obtener esto de la reelección en alianza con sectores colorados y liberales.

Más allá de que las rupturas y reconfiguraciones sean también normales en política, esta fragmentación es negativa en el siguiente sentido: muestra la incapacidad de construir un proyecto alternativo consistente frente al bipartidismo tradicional del Paraguay, con sus dos partidos de masas instrumentados por los sectores ricos, poderosos y oligárquicos del país. Finalmente, por riñas irreconciliables y por objetivos puntuales, todos acaban perdonando o siendo parte de golpes, traiciones, violaciones constitucionales, callando ante violaciones de derechos humanos y apareciendo en alianzas (coyunturales o no), abrazos y fotos con quienes antes fueron enemigos o “verdugos”. Y quienes no lo hacen, enfrentan una mayor marginalidad y también aislamiento en el debate y el devenir político. Desde este futuro incierto, es inevitable la sensación de que una vez más se debe reconstruir el campo de los proyectos políticos con vocación y posibilidad de poder y a la vez coherentes, que puedan cambiarle el rumbo político tradicional al Paraguay desde las premisas de la igualdad, del respeto a las leyes y a los derechos. Ojalá mi apreciación sea un error: con gusto vería que este episodio de la enmienda y la reelección apenas sea el preámbulo de un futuro cercano donde las grandes mayorías se vean realmente beneficiadas por un gobierno comprometido con la igualdad y la justicia social.

Y, finalmente, una cuestión que amenaza a la convivencia democrática en el Paraguay es que se vive un tiempo donde el temor ante posibles enfrentamientos violentos entre sectores políticos es una realidad. Las marchas y contramarchas convocadas y desconvocadas evidencian esto. Los discursos agresivos y de tinte totalitario también. La historia del país, plagada de guerras civiles antes de la “paz” dictatorial y asesina de Stroessner, tiene heridas que no terminan de sanar. La violencia política tiene mechas esparcidas, hay quienes amenazan con encenderlas y en este país aún puede arder mucho más que el Congreso. También espero que este sea un temor completamente infundado.

 

Un futuro incierto para los derechos

El fantasma autoritario que sobrevuela el Paraguay coloca a todas las luchas por la ampliación de derechos ante un panorama de incertidumbre. La democracia implica no solo un marco de leyes y votos respetados, sino además un modo de convivencia donde las personas tienen derechos y posibilidades de ejercerlos y de vivir dignamente en un marco de igualdad. Esto no está por debajo de los temas electorales y legales. Por poner un ejemplo dramático, si la mayoría aprueba por votos que se admita la tortura, esto no sería democrático, por más que pueda representar la voluntad popular. Las leyes importan: violarlas no es un asunto menor, más aún cuando se trata de la misma Constitución, donde se ubica el contrato más relevante que nos constituye como Estado. Los derechos humanos importan de igual manera y, como su consecución es progresiva, en un marco democrático la ciudadanía tiene la posibilidad de debatir qué derechos se reconocen, se aceptan y se incluyen en las leyes, cómo se los pone en práctica por vía de políticas y cómo se los hace realidad en la convivencia social. En democracia es factible pelear por los derechos. Bajo regímenes autoritarios, la adquisición y el respeto de los derechos son potestades discrecionales de quienes gobiernan. En democracia, en cambio, es necesario prever los mecanismos de participación, de representación y de decisión para que la voluntad y los derechos de las personas sean respetados.

Cuando la dictadura terminó en Paraguay, en 1989, pese a los vaivenes del tiempo transicional y la persistencia de mentalidades y de actores autoritarios, empezó un periodo donde fue posible la eclosión de actores sociales, de organizaciones, de establecimiento de demandas y de logros para diversos sectores que han sufrido de mil maneras discriminaciones y postergación. La vigencia de libertades públicas, antes conculcadas, permitió que pudiéramos presentar propuestas, discutirlas, argumentarlas, manifestarnos, en ocasiones avanzar y en otras seguir peleando para llegar a objetivos. Como ejemplo, las mujeres organizadas logramos cambiar casi todas las leyes discriminatorias, aunque faltan algunas centrales, como eliminar la penalización del aborto (expresión de alto dominio patriarcal sobre el cuerpo y la vida de las mujeres) y obtener la equiparación total del trabajo doméstico remunerado (cuya desigualdad es de clase y a la vez representa la subvaloración del trabajo que habitualmente han realizado mujeres). No voy a enumerar los logros, pero son importantes para todas. Es bien diferente vivir en un país donde una mujer casada no tiene derecho a administrar ni su propio salario que vivir en uno donde este derecho ya no está en cuestión.

En dictadura, luchar por los derechos era un imposible o un desafío muy grande, en especial si con ello se molestaba al poder, por el riesgo de sufrir cárcel, tortura, deportación, asesinato o desaparición. El tiempo de transición ha tenido sus límites, pese a los cambios relevantes, y cuestiones centrales que configuran lo más duro de la desigualdad –como el derecho a la tierra– recibieron el rigor de los resabios autoritarios y la defensa corporativa de los beneficiados por la concentración de recursos y poder político. Es así como llegamos a Curuguaty en 2012, síntesis del despojo y las discriminaciones históricas del Paraguay. El quiebre de Curuguaty y su posterior golpe parlamentario fue como un grito y zarpazo de quienes se niegan a perder privilegios ante el reconocimiento de derechos y bienes para las mayorías. Esto que pasa en Paraguay ahora, si consolida el proceso de retorno autoritario, pone en riesgo mucho de lo que trabajosamente hemos avanzado, y nos toca a todos los sectores.

El retorno es de quienes concentran tierras, negocios y poder político, y va acompañado de un ascenso de los fundamentalismos, que tienen su perfecto caldo de cultivo donde el autoritarismo tiene más espacio. Nótese, por ejemplo, que el proyecto de enmienda constitucional aprobado en la cuestionada sesión de los 25 senadores/as, elimina la prohibición constitucional de que ministros de cualquier religión puedan ser candidatos a la presidencia de la República. Ergo, podremos tener ya no solo a un ex cura (como Lugo) de presidente, sino incluso a un cura en ejercicio, por citar una posibilidad. Se levantaría del sillón presidencial para pasar al púlpito. Lamentable es que incluso quienes dicen estar hacia la izquierda admitan una medida de tanto retroceso. Hasta 1992, el país tenía una religión oficial, la católica. Desde la Constitución de 1992  no tenemos religión oficial, es decir, el Paraguay es un Estado laico, lo que es una garantía para que cada ciudadana/o pueda profesar libremente sus creencias religiosas (o no tener ninguna), sin que el poder político pueda obligar o reprimir según la creencia de quien esté de turno. Si vamos a poder ser gobernados por ministros religiosos, perderemos gravemente en materia de este derecho humano y de otros muchos que son correlativos.

A los sectores sociales que luchamos por derechos no nos conviene el autoritarismo (en realidad a nadie, salvo a quienes lo ejercen), pues podríamos perder mucho de lo que hemos ganado, y además podría ser imposible aspirar a más. Tampoco nos conviene un Congreso fracturado, inexistente o apenas títere del Ejecutivo, ni uno dominado por retrógrados que ven a los derechos como amenazas. Ni una justicia desde donde cuando “molestamos” simplemente nos anulan con un proceso penal a medida del poder político.

Entonces, aquí está en juego la democracia, no solo por lo que pasa con la Constitución o por quiénes pelearán en 2018: está en juego una construcción de largo plazo y un futuro de largo aliento. No se deberían minimizar los riesgos de pérdida, como si fueran irrelevantes por tratarse de una democracia burguesa. Y ya que es burguesa, hagámosla para todas y todos, para el pueblo, para las grandes mayorías paraguayas. Lo que no estaría bien sería que nos quedemos sin democracia frente a un patético retorno autoritario.

 

Foto: Juan Carlos Meza.

  • Agradezco a Rocco Carbone y a Lilian Soto por la lectura, correcciones y sugerencias a este texto, y a Juan Carlos Meza por las fotos de su autoría. Es magnífico contar con ellxs.

  • 10 Mar 2011

Dos cartas escritas a amigas y amigos que no estaban en Paraguay, durante los terribles días del marzo paraguayo.

* * *

Asunción, 29 de marzo de 1999

Ayer de mañana me dediqué a escribirles una carta para que sepan lo que se vivió en las calles. Por la tarde vine al CDE con la intención de enviarles el reporte (aunque la “corresponsal de guerra” Myrian les mantuvo súper al tanto de todo) y para fabricar pancartas y carteles que llevaríamos para las manifestaciones, ya que se esperaba que esta mañana fuera lo más duro porque se decidiría el juicio político. Mientras hacíamos el trabajo con Line y Myrian, escuchábamos las noticias por radio. Todo era muy tenso, ya que eran encontrados francotiradores en edificios aledaños, gente que portaba armas intentaba entrar al predio donde se encontraban quienes apoyaban la democracia, había noticias de que se venía la turba oviedista preparada para todo, y además se decía que los militares estaban preparados para un eventual ataque. Algunos pedían que la gente despeje el lugar. En fin, la guerra de nervios que ya habíamos vivido antes.

 

A eso de las seis de la tarde comenzaron las primeras informaciones no oficiales sobre la renuncia de Cubas, pero había mucho nerviosismo porque no se sabía sobre la reacción de las FF AA ni sobre Oviedo. Hacia las seis y media salimos, dejando nuestros carteles para mejor ocasión, y nos unimos a la gente que ya había salido a las calles a festejar. Creo que nunca vi tanta gente festejando, tan contenta. Desde Palma ya era imposible hacer nada más que dejarse llevar por la muchedumbre y saltar al ritmo de “El que no salta Lino O”. Primero frente a la catedral, después frente al Congreso y finalmente frente al Palacio, festejamos locamente, con banderas paraguayas. Los bomberos nos “regaban” porque el calor era insoportable, era la única forma de aguantar, así que el rollo salió con la ropa mojada pero feliz.

 

En fin, fue una gran victoria ciudadana. Ganamos, pero queda el mal sabor de la estúpida batalla desatada por la locura del engendro ese y por las negociaciones políticas que permitieron llegar a este punto, que podría haberse evitado hace demasiado tiempo. Yo, que no pierdo tan fácilmente la memoria, no olvido que entre quienes son hoy “demócratas” están los sucios que votarían hasta al pato Donald para no perder el poder. Y el pato Donald les mató al líder, y nos mató a varios jóvenes antes de irse. No puedo estar tranquila festejando con ellos la victoria, sin que siquiera den muestras de arrepentirse de sus errores, sin sentirse aunque sea un poco culpables. El Partido Colorado, que siempre termina recomponiéndose, seguramente seguirá disfrutando por largo tiempo del poder, y no creo que pierda fácilmente sus vicios. Aunque ahora a los mejor les da un poco más de vergüenza, si se recuerda a los muertos que han causado.

 

Luis González Macchi ya juró anoche, hoy nombró como ministro del interior a Walter Bower (ex titular de la Cámara de Diputados, argañista y stronista), y se está discutiendo cómo se hará para el resto del periodo. Pinta que habrá elecciones con candidaturas de consenso entre la ANR y la oposición, para evitar de nuevo el internismo y el derroche electoral. Si con ello no se empieza con las transigencias que nos cuestan caras, todo está bien.

 

Lino O. Fue asilado en Argentina. Después de llegar sin permiso y de crear alboroto en el vecindario, Menem le dio el asilo que pedía. Ojalá se lo pueda traer de vuelta para que cumpla su condena, y otras que seguramente le podrían caer encima por homicidio culposo por el caso Argaña y los demás desastres creados.

 

Hoy tenemos esperanzas de salir por fin de este doloroso proceso de transición, donde lo que más nos cuesta es cambiar la mentalidad autoritaria de la población que aclama a corruptos y bandidos con extraña facilidad. Las calcomanías de Lino O. desaparecieron de Paraguay, pero hay que recordar que lo mismo había sucedido cuando cayó Stroessner, y después resucitaron. No me confío del todo.

 

Lo que me gusta es que la juventud quedó por segunda vez como principal y heroica protagonista de este proceso (la primera vez fue cuando el intento golpista de abril de 1996). Es bueno saber que ahora se puede, sobre todo cuando tanto tiempo hemos pasado tratando de movilizar gente.

 

Bueno, les envío esta carta antes de que la historia dé otro giro y me la vuelva a dejar obsoleta. Sigue la carta escrita ayer de mañana.

 

Abrazos para todas/os.

 

Clyde

 

* * *

 Asunción, 28 de marzo de 1999

Hola amistades de tierra afuera. Por fin tengo un poco de tiempo para contarles de la tragedia que se vive en Paraguay. Desde que pude entrar después del temporal cierre de las fronteras, apenas vine a casa por muy poco tiempo para descansar y ver las terribles imágenes registradas por la tele. Les cuento ahora mis vivencias, que seguramente completarán con aportes un poco más subjetivos lo que hayan logrado captar a través de las noticias periodísticas y de Internet.

 

El jueves 25 apenas llegué a Asunción, dejé mis maletas en casa y fui a la plaza. El ambiente era de una tensa tranquilidad, después de las violentas represiones que según me habían contado ya sucedieron en la noche del martes. Me impresionó profundamente ver primero la muralla humana que habían formado campesinos y jóvenes (algunas mujeres también), todos portaban palos para defender el territorio que se había conseguido frente al edificio del Congreso. Se ingresaba al predio tras una revisión hecha por un equipo, para detectar armas. El objetivo era impedir que las hordas oviedistas copasen el Congreso e impidan la sesión de ayer sábado, por lo que se debía permanecer allí. Los campesinos habían venido en una marcha para pedir la condonación de las deudas de pequeños agricultores, pero coincidieron con el asesinato de Argaña, las manifestaciones y las represiones y terminaron uniéndose a los Jóvenes por la Democracia que organizaron la defensa de la plaza.

 

Dentro de la plaza, también la gente portaba palos. Casi frente al Congreso estaba la tarima, donde había discursos, música, arengas, etc. La policía reforzaba la barrera humana que separaba a los dos bandos de la plaza. Nosotros ocupábamos la mayor parte: toda la zona de la catedral, de frente a la Policía, frente al correo, frente al Congreso. Los oviedistas tenían solamente el predio de frente a la Cámara de Diputados (Casa de la Cultura, ex Colegio Militar). Eran pocos frente a nuestra gente. Por primera vez desde el auge del oviedismo me sentí feliz de ser mayoría, y parece que eso se logró exclusivamente gracias al asesinato del vicepresidente. Les generó o vergüenza o miedo a los oviedistas, quienes casi inmediatamente sacaron las calcomanías de sus vehículos (ahora sólo quedan las de algunos pocos caraduras) y se replegaron. Aun así, en la plaza estaban quienes más ceguera tienen, quienes estaban dispuestos a lo peor.

 

El jueves hubo dos momentos que ahora sabemos fueron anticipos de la masacre, cuando los oviedistas atacaron la línea humana de nuestra parte de la plaza con petardos que lanzaban directamente al cuerpo de la gente. La policía se hizo a un lado en la primera oportunidad, dejando que el enfrentamiento sea libre. La segunda vez, parte de la policía reprimió a los oviedistas, pero según versiones que fueron desmentidas por los jefes policiales (aunque nadie lo cree) desoyeron las órdenes y fueron arrestados por ello. Aun así, no se retrocedió ni se perdió territorio. Los nuestros no tenían petardos, sólo los palos para defenderse ante un eventual “cuerpo a cuerpo”.

 

Cuando hablo del territorio defendido me da un poco de rechazo por la connotación guerrera que tiene esta frase, pero lastimosamente era así, se guerreaba por ese territorio porque lo que ellos querían era demostrar que el “pueblo” había impedido el juicio político.

 

La explanada y la entrada de la catedral se convirtieron en lugares de apoyo, de retaguardia. Allí se depositaban víveres y agua, y se improvisó un puesto de atención médica. Esa noche se permaneció en la plaza, aunque yo me vine a descansar porque estaba realmente cansada.

 

El viernes 26 fui a la ofi, pensando en ir a la plaza a la noche, pero a las cinco escuchamos por radio la violentísima represión policial desatada por iniciativa propia por ellos, es decir, no para responder a ninguna agresión por parte de la gente, suponemos que ante órdenes de ayudar a los oviedistas en su conquista de la plaza. Los pocos y las pocas que quedábamos en el CDE fuimos corriendo para unirnos a la gente. Cuando llegamos ya se había logrado retomar el territorio, y poco tiempo después se logró además tomar la zona oviedista, ellos se dispersaron y se fueron. La policía desapareció en ese momento, dejando toda la plaza para los manifestantes. Con la represión se destruyó el equipo de sonido que se tenía, que fue remplazado en el transcurso de la noche. Ya el lugar se asemejaba a un campo de batalla. Una moto y dos vehículos fueron incendiados en la línea que antes separaba a oviedistas y demócratas (aunque advierto que entre quienes hoy están del lado demócrata están todos los que por no perder su sucio poder votaron a Cubas y son responsables del caos y de la muerte de hoy, los argañistas) [si bien esos no estaban precisamente en las plazas]. En un momento dado se anunció la renuncia de Cubas y toda la plaza festejó golpeando sus palos contra columnas, armando un lindo barullo, pero duró poco porque no era cierto. Para entonces, hasta yo tenía un palo, pero confieso que no me habría servido para defenderme de nada, porque mi primera reacción es correr ante el peligro. Pero sí me ayudó para el barullo.

 

Cuando terminó esta batalla, se hicieron las barricadas para cubrir las bocacalles de acceso a la plaza. Se utilizó para ello vehículos que fueron tumbados en 14 de Mayo y El Paraguayo Independiente, así como en Alberdi, en la esquina del Correo. En las otras calles también se ubicaron vehículos de la municipalidad y de manifestantes: había camiones recolectores de basura, camiones tumba y topadoras que cubrían la entrada al Congreso y todas las calles. Bomberos voluntarios y ambulancias reforzaron la zona de atención a heridos y apoyo para emergencias. Era impresionante, porque todo se preparaba para una guerra. Se creía que el ejército intentaría llegar al Congreso con pretexto de los disturbios para impedir la sesión, y se cubría las calles para que los tanques no pudieran ingresar. Apoyaba esta hipótesis el retiro de los oviedistas y de la policía.

 

Después tuvimos una tregua y tranquilidad, la gente seguía llegando a la plaza, hasta que hacia las diez de la noche comenzó el ataque oviedista y la masacre. Se vinieron con camiones de petardos muy potentes, tantos que durante tres horas enteras no dejaron de atacar a los jóvenes que cubrían las bocacalles. El estruendo era espantoso, ensordecedor y atemorizante. No quiero imaginar lo que debe ser un combate con armas de verdad. Las batallas campales fueron principalmente en la zona de Alberdi, 14 de Mayo y El Paraguayo Independiente. Muy pronto comenzaron a caer personas muertas y heridas por las balas, provenientes principalmente de francotiradores ubicados en el edificio Zodiac (14 de Mayo el El Paraguayo Independiente) y en el Correo. No se distinguía el ruido de las balas por causa del ruido de los petardos y bombas. Eso sí fue horrible, los médicos corriendo con camillas y las ambulancias atravesando como podían las plazas, heridos y muertos pasando a cada rato.

 

La policía no se movió, no hizo nada, habría bastado con unos chorros de agua o gases hacia el oviedismo para terminar con la batalla, podrían haber requisado el Zodiac para impedir las balas, pero lo hicieron tarde, cuando ya estaba todo terminado. Yo, que no me las doy de valiente, me replegué entonces hacia el Congreso, que era un lugar aparentemente más protegido. Pero los jóvenes no retrocedieron, sino que siguieron peleando. También llegaron petardos para nuestro lado, apoyo de la ciudadanía, pero no eran nada frente a los otros. Las veredas de las plazas fueron destrozadas por nuestra gente para tener cascotes y atacar. Había gente armada entre los oviedistas, a más de los cobardes francotiradores. Periodistas de Colombia (red Caracol) grabaron en video la imagen de un hombre que llegaba con un fusil (o algo parecido, yo no sé de armas) y después sacó un revólver, lo cargó y disparó al menos cinco tiros contra nuestra gente. Se lo ve perfectamente, ojalá se lo identifique y castigue.

 

El cobarde, mentiroso y criminal de Cubas, ayer dijo en un comunicado que había gente armada y en ambos bandos, y es una grandiosa mentira que lo llena de ignominia. También dijo que hubo muertos oviedistas, y sólo son patrañas porque a medida que pasa el tiempo quedan más embarrados con la muerte y la vergüenza.

 

Durante todo este largo tiempo de combate, las campanas de la catedral no dejaron de repicar. Aunque ya se sabe que no soy muy afecta a la iglesia y a la religión, reconozco que ello nos daba ánimos y acompañaba con un sonido más agradable que el de las explosiones.

 

El ejército salió hacia medianoche (ya no recuerdo bien las horas), vinieron los tanques pero no pudieron llegar a la plaza y se dispersaron en la zona del puerto y el centro de la ciudad.

 

Hacia la una y media de la madrugada ingresaron hombres al Congreso, que estaba cerrado y donde estaban la mayoría de los parlamentarios, funcionarios del parlamento y gente de prensa. Comenzaron a evacuar el edificio, y un amigo me advirtió que se preparaba una posible defensa del edificio porque vendría el ejército. Ergo, estaríamos en medio de fuego cruzado. Comenzó ya a disminuir el ataque oviedista, y comenzó una tensa espera. Había rumores de todo tipo, era un caos. El petardeo y las balas oviedistas fueron disminuyendo. Nos dijeron que evacuemos el lugar.

 

Mucha gente se quedó allí frente al Congreso, yo fui con otra gente a la Catedral, donde se refugiaban los cansados, algunos heridos y quienes prestaban servicios de agua, alimentos y atención médica. Me quedé dormida en un banco entre las dos y media y las cuatro de la madrugada, cuando una estampida de gente hacia el templo me despertó. Ya mucha gente se había retirado de la plaza y fue a descansar. El susto era porque habían finalmente llegado los tanques, pero no pasaba nada. Se ubicaron a lo largo de Palma, en cada esquina de acceso. Había un decreto de Cubas ordenando que restablezcan el orden y protejan la zona. Tarde. Oficialmente había cuatro muertos para esa hora, y heridas entre 50 y 100 personas. Se cree que en verdad murieron alrededor de 10 personas, aunque no hay datos claros al respecto. Ayer sábado, por ejemplo, fue encontrado el cuerpo de un joven que había subido al techo de la Cámara de Diputados y fue alcanzado por una bala. Ahora mismo escucho por la radio sobre un joven con muerte cerebral a causa de dos balas. (Obs: Murió en la mañana del lunes 29).

 

Para esa hora, ya estaban terminando de quemarse los autos y camiones que sirvieron de barricada, y la plaza estaba arrasada. En lugar de pasto había barro, las veredas estaban convertidas en cascotes, había basura por todos lados, un insoportable olor a pipí donde habían sido instalados baños portátiles, vidrios, restos de petardos, de todo.

 

Cuando terminó de aclarar, hacia las seis de la mañana, llegó Marcelo Duarte (diputado) y leyó ante la gente que quedaba el acuerdo al que se había llegado con los militares: dejar las plazas vacías enfrente al Congreso y protegerlas con militares. Los oviedistas tendrían una zona sobre el P. Independiente a partir de 15 de Agosto hacia el Palacio de Gobierno; nosotros la zona de la Catedral y calles aledañas. El ejército quedaría además sobre Palma y revisaría a quienes ingresen para que no portasen armas. A las plazas y al Congreso ingresarían solamente parlamentarios, funcionarios del Congreso y prensa.

 

Así se hizo y la sesión del juicio político se llevó a cabo con normalidad desde las 13 del sábado. Frente a la Catedral se juntó una multitud dolorida y furiosa, que pedía constantemente la renuncia de Cubas. Los oviedistas cada vez son menos. El país está repudiando los hechos. Ayer, dormí un poco por la mañana y fui por la tarde nuevamente a la plaza. Ahora, domingo de mañana, se está desarrollando la misa del domingo de ramos en la catedral y hay muchísima gente, lo escucho por radio. Dentro de poco iré de vuelta, aunque me prepararé para estar desde la madrugada de mañana, cuando se espera que sea definido el juicio político, que comenzará a las siete y media. Espero que no pasemos la vergüenza de que Cubas no sea destituido. Aunque no sabemos qué puede pasar, cuál será la reacción oviedista ante la destitución, es lo que espera la gente decente y digna que todavía queda en este país tan pobre y sufrido.

 

Cubas tiene sobre su conciencia la muerte de los jóvenes, ya que podía haber impedido la masacre. Y encima, lo niega y miente al decir que hubo gente muerta y armada en ambos bandos. Es una vergüenza para el país. Oviedo, quien supuestamente estaba preso, anda campante maquinando sus próximos pasos, hay gente que lo vio. Todo es una mentira. Son asesinos.

 

Bueno amigas/os, les seguiré contando de todo esto después. Hagan fuerza desde lejos y estén al tanto. Sé que están aquí de corazón.

Clyde

nombres de las víctimas del Marzo Paraguayo