Y tembló nomás de alegría la tierra al caer la tarde…

No puedo dejar de pensar  en la poderosa participación de niñas y niños en una marcha tan simbólica para su presente y su futuro como fue la del 8M.

Particularmente se abrió una oportunidad más para reflexionar, compartir la experiencia inolvidable y llena de aprendizajes con mi hija/o .  Desde el inicio de la organización estuvieron curiosos, atentos a lo que surgía, querían  estar presentes en las reuniones, como también  hacer  las invitaciones a la marcha por las redes y  que todos se enteren porqué ellos se sumaban ,  querían transmitir sus deseos de igualdad para el mundo .  Llegó el gran día,  y en ellos cabía todo;  ansiedad, alegría, y  orgullo por ser parte de todo.

Esa tarde la movilización fue histórica, donde los feminismos inclusivos e interseccionales y mujeres de todas las edades, con diferencias culturales, económicas, políticas y múltiples identidades se hicieron sentir, se unieron en un grito común contra las opresiones de clase y de género.

La mayoría de la gente fueron mujeres, adolescentes, niñas y niños, pero un número también de  varones aliados que estuvieron acompañando y marchando, que van entendiendo que el sexismo y la misoginia es un problema que  incumbe a toda la sociedad.

Decimos que los niños y niñas son el futuro de una humanidad más igualitaria y justa , pero no podemos  quedarnos más en bellos discursos y no involucrarnos en el día a día para que ello pueda suceder ,  no alcanzan los buenos deseos  para asegurarles vidas dignas y protegerlos de tantas violencias, desigualdades e injusticias .  Sabemos que están expuestos a maltratos, abusos sexuales y explotación desde edades muy tempranas y que no estamos haciendo lo suficiente como sociedad para cuidarlos y asegurarles una vida libre de adultocentrismos  y violencias.  El  problema se vuelve más complejo cuando las estadísticas nos confirman que los lugares donde son más vulnerables coinciden paradójicamente con aquellos donde más protegidos deberían estar: la casa, el colegio, la iglesia,  y el Estado…ausente.

Es necesario y es un derecho que entre en las casas y  en las aulas, la educación libre de estereotipos sexistas, la educación afectivo-sexual científica-laica, una educación basada en parámetros de igualdad  y de la no dominación , que  niñas , niños y adolescentes  puedan  desnaturalizar ,  reconocer  y no callar desde  violencias sutiles hasta las  más explicitas  . (También podrán poner filtro y desmontar todos los mensajes dañinos que transmiten los medios de comunicación).

Como adultos queremos contar  otras narrativas sanas  para ofrecerles a nuestros niñas/os y adolescentes reconocerlos  como sujetos de derecho, empoderarlas/os,  que aprendan a ser individuos libres y responsables, relacionarnos con respeto y solidaridad con toda/os,  y que puedan construir relaciones equitativas de género.  El 8M reflejó la toma de conciencia de que la lucha feminista es justa  y que está cada vez más extendida,  que nos urge construir un nuevo imaginario social, apuntar a transformar las viejas subjetividades, las arcaicas cadenas, por las igualitarias, libres y sanas relaciones entre hombres, mujeres, niñas y niños.


¿Qué significó el 8M para las mujeres indígenas?

 

El 8 M salí a marchar, pero antes me pregunté, ¿cómo y dónde estamos las mujeres indígenas? Participé como observadora de una de las plenarias preparatorias en la plaza Italia. Observé a jóvenes mujeres, entusiastas, luchadoras, soñadoras, alegres, y a la vez convencidas, con carácter, con firmeza y con un gran espíritu de cuerpo, que tenían muy claro porqué era necesario hacer esta marcha. Me sentí representada por ellas, porque ellas hoy siguen pasando por lo que yo he pasado ¡qué poco ha cambiado la sociedad hacia las mujeres! Esas hermosas chicas, morenitas, trigueñas o blanquitas, estudiantes, de distintas clases sociales, campesinas, obreras, profesionales…todas ellas manifestando su indignación, su preocupación por la discriminación, la violencia, los riesgos y peligros por los que pasan cada día.

Pensaba, si ellas pasan por todo esto todos los días, ¿cuánto más pasan mis compañeras y hermanas indígenas en las comunidades, en los servicios de salud, en las calles, en las escuelas, y colegios, en las ciudades?…todas sufriendo en silencio, “aguantando” los desprecios, invisibilizadas, discriminadas y excluidas, sin encontrar justificación para tamaña situación. Entendí que debíamos estar, teníamos que marcar también nuestra presencia, que aunque no fuéramos muchas, debíamos estar. Todas ellas serían nuestras voces. Esas jóvenes mujeres y varones ya nos miran de otra forma, sentimos que podemos ser vistas como sujetas de derechos, sentimos mayor empatía y comprensión hacia nuestras luchas, y las luchas son más colectivas, porque ellas, las de esta nueva generación de mujeres jóvenes, se ven reflejadas en lo colectivo, y saben que los derechos son para todas.

Nos queda el desafío de colocar nuestras propias voces, de crear alianzas, de desapegarnos de tutelajes, de unirnos como colectivo, como pueblo, como mujeres indígenas. Y, desde nuestro propio protagonismo y cosmovisión, enriquecer la defensa de nuestros derechos en este territorio llamado Paraguay.


Las campesinas venimos a la ciudad para que nos vean

Lo que sucedió el 08 de marzo en Paraguay fue histórico. Desde las organizaciones sociales y sobre todo, desde las organizaciones de mujeres, siempre conmemoramos y reivindicamos el 08 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pero siempre fue una conmemoración por separada,  cada uno, cada sector  por su lado.

Esta vuelta, este año, hubo unidad. Parece ser que al fin entendimos las mujeres que sin unidad  no podemos construir y posicionar nuestros reclamos ante las situaciones de violencia que vivimos todo el tiempo, esa violencia histórica dentro de nuestra sociedad.

Las mujeres y las organizaciones campesinas siempre entendimos que venir a  Asunción era la única forma de que se nos viera, se nos escuchara.  Esta vez, sucedió lo mismo, si bien tuvimos un apoyo importante de compañeras comunicadoras para visibilizarnos, para conseguirnos espacios en los medios de comunicación, sabemos que las movilizaciones del interior tuvieron pocas repercusiones en los medios de comunicación a nivel nacional.

Aun así, y con todo, fue la primera vez que en ABC Color nos publicó con nuestros reclamos sobre los agrotóxicos. ¡Eso sí que es un avance!

Las mujeres campesinas también dimos nuestro grano de arena para que este 8M fuera una fiesta como se vivió en Asunción, aunque para nosotras era una oportunidad de denuncia más que de fiesta, una oportunidad de ir frente al Instituto de Desarrollo Social y de la Tierra (INDERT) y frente al Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) para decir ¡basta ya de violencia estatal! y es hora de reconocer a las mujeres campesinas como productoras y como actoras de la agricultura familiar campesina.

Más de 300 mujeres campesinas nos encontramos en la Plaza Uruguaya ese  8 de marzo para hablar de cómo el modelo de desarrollo nos excluye, nos persigue y nos acogota a las mujeres que creemos que la tierra es un derecho para las mujeres.  Luego, nos unimos a las más de 10 mil mujeres que ese día unánimemente dijimos ¡queremos vivir  libres de violencia! Para nosotras, las mujeres campesinas y de organizaciones sociales, el 08 de Marzo es un día de compromiso y creemos que esa marcha representó una esperanza de que es posible comprometernos entre todas, las campesinas, las indígenas y las de la ciudad,  a hacer otro Paraguay, urgente y necesario.

 

 

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

 

Nuestro comunicado de Mujeres Libres de Violencia:

Las Mujeres Libres de Violencia nos unimos desde Paraguay de manera permanente al  Paro Mundial de las mujeres del 08 de Marzo y venimos a denunciar los atropellos a nuestros derechos  y los asesinatos constantes de nuestras compañeras y compañeros:

-Embarazo precoz de niñas y adolescentes: Denunciamos la desidia del Estado que no garantiza los derechos a la educación sexual  a las niñas y adolescentes y las obliga a ser madres, aun siendo víctimas de abusos sexuales. 

-Desalojos violentos: Las mujeres campesinas y las niñas son las principales víctimas de los desalojos violentos.

-Criminalización de las luchas sociales: Las mujeres en lucha somos perseguidas de diferentes maneras desde el Estado cuando defendemos nuestros derechos. Nos convierten fácilmente en criminales porque somos pobres, y porque el Estado es incapaz de dar soluciones a los problemas sociales de  nuestro país.

-Uso indiscriminado de agrotóxicos en nuestros territorios: El Estado no ofrece garantías a la población campesina para vivir en  un ambiente libre de agrotóxicos.

-Muertes de nuestras compañeras en manos de sus parejas por la falta de justicia: De los 11 casos de feminicidios ocurridos en lo que va del año 2017, sólo dos ocurrieron  en el departamento central.  9 ocurrieron en el interior del país.

-Abuso sexual en niños/as: Los abusos sexuales en el interior son normalizados por el Estado y por la sociedad.

-Discriminación en los hospitales públicos por ser campesinas e indígenas.

Nos unimos a los reclamos de las compañeras mujeres otros sectores. Repudiamos el acoso a las estudiantes y todas formas de violencia con las mujeres.

Exigimos justicia en el cumplimiento de nuestros derechos humanos .La tierra es de quien la trabaja. Queremos una reforma agraria que garantice asistencia crediticia a las  mujeres campesinas productoras. El Estado debe garantizar el acceso a la tierra, a la salud y la educación. Queremos vivir libres de agrotóxicos. ¡Queremos vida digna! ¡Queremos vivir libres de violencia!

Organizaciones: Federación de Mujeres del Paraguay (FMP)- Asociación Campesina   Indígena del Guairá (ACIG)-Asociación Campesina San Joaquín-Coordinadora de Trabajadores  Campesinos y Urbanos (CTCU)-Cultiva Paraguay-Coordinadora de Mujeres Campesinas de Concepción-Organización Zonal de Agricultores Ecológicos (OZAE)- Coordinadora de Mujeres Campesinas de Cordillera-Koeju Pyahu de Arroyito-Centro de Documentación y Estudios


Si no pelo tetas, no es mi revolución

Hola, me llamo Belencha. Soy la gorda negra que peló tetas en el Paro Internacional de Mujeres, en este caso, Paraguay. Junto a mis hermanas de La Feroz Colectiva y otras amigas, marchamos con los senos al descubierto haciendo uso político e ideal de nuestros cuerpos. No crean que no dudamos en las consecuencias posteriores, pero contra toda cuadratura, nos animamos y usamos nuestras tetas con consignas políticas, para armar bardo y replantearnos todo, desde lo personal hasta lo trascendente. Marchamos junto a aproximadamente 8.000 hermanas más, cantando e interpelando a la gente a replantearse las estructuras, y lo hicimos de una simple y poderosa forma.

No fue poca cosa el marchar con los senos al desnudo, menos en un país en donde pelar culos/tetas para vender está bueno, pero para exigir los derechos somos unas exhibicionistas asquerosas que no tienen en cuenta lo que podrían ver lxs niñxs que pasan por ahí.

“Doble moral, te queremos!” Quiero comentarles a nivel personal (ya que este blog lo escribo desde la individualidad) lo que me dejó el #8M y cuánta importancia tuvo y tendrá en mi vida.

“Me sentí pieles” dijo una de mis feroces amigas. El nivel de alegría y poderosa fuerza que vivimos fue maravilloso y se sintió gigante. No estamos solas, no somos unas locas y definitivamente nada importa más que la sororidad. Aparte de haber bailado por primera vez sin estar pendientes de posibles acosadores, violentadores, densos, y sentir libertad real y colectiva en el cierre y festejo de esa importante fiesta; para mi crecimiento personal y mi formación feminista en desarrollo, esta manifestación fue grandiosa para dejar de mirar mal a María o no bancarla a Juana por pequeñeces individuales que en ese momento no importaban. Las diferencias se quedaron en los costados, porque allí el panorama salió de mi ombligo, de mi planeta y se hizo universo. Se hizo galaxias con fuerzas de mujer. Aunque las diferencias completas nunca cesarán, lo importante es que el salir de nuestras perspectivas personales nos obliga a empatizar con las amigas, las conocidas, las fulanas que no conocemos pero escuchamos de, etc. Lo importante es que esas cuestiones son un absurdo en comparación a la fuerza y cuestión de fondo.

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

Otra peculiaridad que alabo que fue como el efecto colateral más interesante fue la exposición de todes les caretas y los Nachos Progres. A medida que este proceso fue caminándose, la controversia generada desde lo organizativo hasta la marcha ayudó a visibilizar a las personas que se consideraban de línea progresista pero terminaban pasándote un “Manual de Luchas Feministas” porque no estaban de acuerdo con ciertas prácticas, lo cual no está del todo mal, pero como es la primera vez que lo hacemos, estaría bueno cometer errores y descubrirlos en las evaluaciones, no con las peyorativas críticas llenas de mala vibra. Gracias a las redes sociales, un millar de gente fue revelando sus realidades crudas con comentarios machistas, feos, misóginos, transfóbicos, homofóbicos, lesbofóbicos, gordofóbicos; lo cual sirve de filtro para trazar la línea de en qué punto histórico estamos realmente en cuanto a la lucha feminista acá en nuestro sufrido país. Aclaro que no fui parte de la organización pero el proceso se veía a través de las redes o se escuchaba con muchos oídos.

Ahora, el título de mi entrada iba a ser “si tocan a una, nos tocan a todas”, lo cual se debe a un cántico que se escuchó por las calles y luego lo viví desde una imagen “polémica” de mis senos, imagen a la que se le atribuyeron diez mil adjetivos diferentes, entre lindos, horribles y algunos muy hirientes. Pero, sin mentirles, viví ese “tocan a una, nos tocan a todas”. Entre tanta maldad, las chicas nos pusimos las camisetas y nos defendimos entre todas, nos bancamos y nos dimos amor con mensajitos, llamadas, abrazos, besos y mucha empatía. Fue hermoso sentir que esas líneas cobraban vida.. así que persons mala onda, pejeabrí, estamos juntas, en manadas y hermanadas.

A mi, entre tanta alegría de vivir todo esto y hacer muchísimas amigas más, se me solucionaron dos problemas personales de mayor importancia. El paro no sólo me devolvió un amigo al que habían succionado las malas energías de ambos (si, nde rasta olimpero) sino curó mi corazoncito que estaba perdiendo las ganas de seguir luchando. En una depresión que calaba hasta los huesos y por la que sigo luchando por salir, ayudada con las terapias y mimos amistosos, lo que faltaba aparentemente era moverme y sentir los ideales en callos ardorosos. Salir a gritar, reclamar, exigir, visibilizar, cuestionar, llorar, enrabiarse, reír, abrazar, amar. Eso me faltaba. Me faltaba pelar tetas de revolución.

Para terminar, recordemos que ciertos comentarios son la fiel prueba de cuánto necesitamos del feminismo y de andar en manadas y de ser hermanadas. Desde la naturalización de la violación, hasta el discurso doble moralista pro-vida “parí ahora, moríte después” lo que queda por decir es que hay tanto de qué hablar, tanto que debatir, tanto que leer, aprender y compartir. Lo prioritario es ahora el amor. Amar empezando por vos, recorriendo los vínculos con tu familia, tus amigas, empatizando, simpatizando, sintetizando, eliminando y enfatizando lo que cada una sabe que necesita.

“Amiga, yo te creo”
“Amiga, yo te banco”
“Amiga, yo te entiendo”
“Amiga, yo te quiero”.

 

Este texto fue publicado originalmente en el blog Relatos de una Gorda


¡Cuestión de tiempo!

Desde hace 15 años estoy en el movimiento feminista, y desde que estoy, venimos insistiendo en la importancia de generar “masa crítica”: ese porcentaje mínimo de gente que tiene que cambiar su modo de pensar para que el cambio social, cualquier cambio social, sea irreversible.Y el 8M para mí quedó claro que estamos muy cerquita de tener masa crítica. Sí, en Paraguay.

Increíble pero cierto: Los últimos dos años nuestras movilizaciones se llenaron de mujeres jóvenes que con orgullo se dicen feministas. También hay más hombres interesados en sumarse a la lucha por la igualdad de género, conscientes de que la desigualdad también les afecta y, algunos más y otros menos, con ganas de cuestionar sus privilegios. Y, sobre todo, el indicador de ver a mujeres indígenas y campesinas, comprometidas con sus luchas desde esas identidades pero con la claridad de que el género también juega un rol clave en la discriminación que sufren.

Las barreras culturales continúan, y en algunos casos las barreras legales (siempre tengo en mi cabeza a las trabajadoras domésticas, discriminadas en la propia ley), pero el caso es que a pesar de eso, las mujeres paraguayas estamos convencidas de que nada, ninguna ley ni barrera formal o cultural nos va a impedir alcanzar la igualdad y la justicia. Es cuestión de tiempo, pero ese objetivo lo vamos a conseguir. Juntas y organizadas lo vamos a conseguir.


Juntas

“Ya opáma (terminó) el festejo de la mujer, ahora a trabajar”, decía uno de los primeros mensajes que leí en mi celular al día siguiente del Paro Internacional de Mujeres. Fue de un compañero de trabajo. Agregó otro colega en la misma conversación, también con el mismo tono burlón: “…Si quieren ser igual que los varones”.

Ese mensaje es solo un ejemplo, casi insignificante. El día a día de todas las mujeres es un desafío en este país. La agresión es permanente. No lo digo en un ánimo de  victimización –que es una de las tantas acusaciones que propinan quienes critican el discurso feminista– sino porque es la realidad.

Al día siguiente de la marcha, yo estaba feliz. Después de  tanto leer sobre los eventos recientes en otros países acerca de las conquistas de las mujeres, por fin pude sentirlo, en mi país, el 8 de marzo de 2017. No me voy a cansar de escribir esa fecha. Por fin tuve esperanza.

Pero no terminó allí. Lo último que leí en esa conversación, que escribió el segundo interviniente –nunca antes despierto tan temprano ni tan preocupado por el trabajo– fue que “el primer paso para ser igual a un hombre es no enojarse ni reaccionar inmediatamente”.

Igual, yo estaba tan feliz e ignoré el resto de los mensajes. No es la primera vez que manifiestan una actitud machista en un momento clave.

Pero esta vez fue diferente. Por fin sentía que no estaba sola. Pido disculpas a todas por permitir que el pesimismo que me absorbía en lo cotidiano me haya hecho pensar que no éramos tantas…. Somos muchas pero estábamos dispersas.

Nuestro día a día ya no va a ser igual, porque estamos juntas. La noche del 8, en la Plaza de la Democracia, lo prometimos con alegría y firmeza: No hay vuelta atrás.

Fue esa unidad la que, cuanto menos, incomodó a varios sectores de la sociedad. Y derivó en mensajes de celulares y quién sabe en qué otras formas más. Estoy segura que peores.

Sin saberlo, la persona que envió este “desafortunado” mensaje, desafió el tema de la principal actividad de la jornada: el paro. “Si nuestro trabajo no vale, que produzcan sin nosotras”, fue el lema de la movilización. En medio de su burla, confirmó lo que se buscaba evidenciar: que el trabajo de las mujeres vale.

Los “cuestionamientos” a la histórica jornada vivida en Paraguay siguieron en las conversaciones, en las redes sociales, en los medios de comunicación y en otros espacios. La repercusión que se tuvo demostró que algo importante acababa de suceder.

Esto seguirá. Pero será diferente, porque sabemos que no estamos solas.

Y con respecto a la unidad… El calor de ese día solo pudo ser superado por la calidez humana, manifestada en una diversidad nunca antes vista. Una vez más, apelando a mi pesimismo arrepentido, me atrevo a decir que jamás habría pensado que en algún momento marcharía por Asunción al son de cánticos feministas al lado de amigas provenientes de familias religiosas o de partidos políticos tradicionales. O que ellas compartirían espacios con trans y lesbianas.

Pero ahí estuvimos. Juntas. Y seguiremos estando, porque nos une el deseo y la necesidad de igualdad para las mujeres. No hay mensaje de texto que pueda cambiar lo que ocurrió y lo que seguirá ocurriendo. Ni burlas, ni silbidos, ni acosos, ni golpes, ni violaciones, ni feminicidios.

 

 

 

 


Rompiendo miedos: un antes y un después del 8M

El 8M tuvo muchos aspectos positivos y algunos pocos negativos. Entre los positivos, es indudable la gigantesca movilización que marcó un fuerte inicio de unidad de las mujeres que están afectadas por este sistema patriarcal y neoliberal. Además, las más amplias reivindicaciones de las mujeres fueron incorporadas en el manifiesto, desde la denuncia contra las violencias contra las mujeres, niñas y niños hasta la reforma agraria, la defensa del medio ambiente, la tierra, la igualdad y la soberanía territorial y sobre nuestros cuerpos. La movilización en varios lugares de los diferentes departamentos y la posibilidad de coordinación simultánea de las acciones demostró que podemos hacerlo juntas, pese a nuestras diferencias. La buena organización, la inclusión y la diversidad de sectores participantes fueron muy visibles.

A esto hay  que sumar el reconocimiento de que esta vez hubo una práctica democrática en el enfoque de la participación, es decir, una metodología que fue apropiada para llamar a la suma de las organizaciones y de mujeres no organizadas. La red que se fue armando en torno al Paro 8M fue muy importante para abrir y canalizar las diversas inquietudes y los problemas que nos aquejan desde nuestros diferentes lugares, y que constituye uno de los aspectos más enriquecedores. Desde la articulación que se construyó se posibilitó el destape de la agresión,  el acoso y las amenazas en las universidades y en la iglesia, violencias que ya no estamos dispuestas a aguantar las mujeres.

El 8 de marzo Paraguay marcó un antes y un después por la magnitud de la convocatoria y además por despertar  las denuncias que  se constituyeron en montañas a medida que se acercaba el día D.

Las mujeres perdimos el miedo para plantear nuestras denuncias ante la barbarie de los abusos, acosos y toda forma de violencia.

La libertad de expresión de las mujeres es un aspecto muy importante, el  8M fue una excusa y una motivación para expresar los diversos sentimientos de todas  las mujeres. El Paro dio oportunidad y fuerza a muchas mujeres para romper su miedo y sumisión, para denunciar las injusticias que sufren.

También es destacable la participación de la juventud, el estudiantado y mujeres de las más diversas edades: esto nos hace creer que es posible que rompamos nuestros yugos. Y no hay que olvidar que hubo buen destaque de la prensa, lo que puede incentivar a una mayor conciencia en los hombres sobre la realidad que  vivimos las mujeres.

Los pocos aspectos negativos que son posibles identificar indican los desafíos que aún existen: hubo poca participación de las mujeres indígenas, no todas las organizaciones campesinas y sindicales se unieron, faltó mayor visibilidad de las movilizaciones y acciones del interior, faltó apoyo logístico a los preparativos en el interior -lo que fue un freno dado el alto costo económico para la movilidad desde las comunidades sabiendo que las mujeres sufren más a causa de la pobreza-. Todos estos aspectos deben trabajarse más para que en el futuro tengamos incluso mayor adhesión.

Es necesario tener objetivos claros, buena metodología e inclusión, estrategia comunicacional y de participación, estructuras que sean atractivas. Es un desafío también preguntarnos cómo  incorporar efectivamente a las indígenas y las campesinas, para eso habrá que  mantener una línea combativa,  disciplinada y estructurada  y habrá que rescatar las luchas de las mujeres de nuestro país.    El 8M es una memorable acción protagonizada por las mujeres y un ejemplo de que juntas, podemos.


Después del #8M: el optimismo

Imagen: Fotociclo

 

El #8M 2017 colocó un hito en nuestra ya larga historia de feminismos paraguayos, gracias a diversos elementos conjugados en las expresiones simultáneas en varios puntos del país, y en esa multitud de la marcha en Asunción, de magnitud difícil de calcular (10.000 personas es un número que parece ser el de mayor consenso). Otras veces también marchamos en las fechas clave para las mujeres, si bien en los casos más exitosos fuimos quizás unas mil personas y ni por sueños imaginábamos que esta avalancha de manifestantes era posible, que estaba cerca y que sería una de las más grandes manifestaciones sociales en la historia reciente del país.

Claro que habíamos tenido otros momentos memorables. Por ejemplo, en 1991 hicimos una toma momentánea del Congreso, desalojando a los atónitos congresistas que sesionaban, para proceder a una aprobación simbólica –presidida por Line Bareiro– del proyecto de modificación del Código Civil, redactado por Mercedes Sandoval a partir de un proceso participativo, que hasta entonces había sido sometido apenas a la burla de los legisladores. Habremos sido unas 300 mujeres quizás, que habíamos llegado al final de la dictadura stronista organizadas y con propuestas, y que teníamos el obvio enojo ante un país que aún nos consideraba “incapaces relativas de hecho” ante la ley civil. Pero de eso ya pasó más de un cuarto de siglo, más que la edad de parte importante de las manifestantes del pasado 8 de marzo.

Es que el #8M fue un grito mundial de las mujeres, que nos encontró a las paraguayas con capacidad de unirnos, por muchas razones combinadas para obtener un resultado fantástico. Entre ellas, y sin ánimos de exhaustividad, que estamos ante una generación de jóvenes nacidas ya fuera de la dictadura, con nuevos parámetros, lejos del famoso “no te metas”, que vienen de experiencias de masiva movilización exitosa con resultados palpables (como “UNA no te calles” y las tomas de colegios), así como la recuperación de la capacidad general de movilización ciudadana que fue cortada abruptamente con el golpe de 2012 (recordemos los llamados after office, que ya no se pudieron replicar). Además, ha sido también una respuesta ante el tensado permanente de las cuerdas de la paciencia, con casos de machismo extremo e irracional, con hombres rodeados del halo de autoridad aprovechando púlpitos y bancas para emitir ofensas a las mujeres, discriminaciones varias y disculpas ante el acoso y el abuso de poder.

Y, cómo no, también tenemos ya desde el feminismo una importante acumulación, tanto histórica –con antecedentes recuperados desde al menos principios del siglo XX– como reciente. Se trata de un movimiento de ideas y de acción política que sobrepasa en mucho los límites de una o de algunas organizaciones, cuyos cambios palpables pueden verse en leyes, en políticas y en prácticas sociales, pero que revoluciona ante todo las mentalidades, la forma de entender las sociedades y sus relaciones a partir del sexo (de la sexuación de la especie humana) y del género (cómo entendemos dicha sexuación y todo lo que deviene de ella). Y hablamos de feminismo porque el foco del cambio está en las mujeres: es el movimiento que busca modificar el lugar asignado a las mujeres en la sociedad. Y las mujeres son sus protagonistas centrales porque no hay cambios sociales sin sujetos que actúen en primera persona, con voz propia: sin permisos y sin tutelas.

El #8M en Paraguay logró conjugar todo esto de manera brillante, con una organización horizontal y autogestionada, con reuniones previas abiertas y en una plaza, con cada quien aportando lo que mejor podía, con colorido y creatividad.

Ahí tuvieron cabida los temas y las expresiones que cada participante quiso resaltar, sin tabúes, sin prescripciones ni proscripciones. Cuestiones como el aborto legal y seguro (clásico tema “maldito”) marcharon a la par que la paridad y la igualdad del trabajo doméstico. Los derechos coexistieron, sin privilegios: a una vida libre de violencia, al cuidado, a la tierra, al libre tránsito sin acoso, a la educación sexual, a la sexualidad y la reproducción con salud y sin coacciones, a vivir sin discriminaciones, entre otros muchos. Una fiesta que mostró al Paraguay lo que podemos ser con la construcción colectiva y sostenida de las mujeres y de quienes se unen a esta lucha desde una gran diversidad de lugares y posiciones sociales.

Claro que sigue ahí la reacción fundamentalista y patriarcal, al acecho para impedir que esto siga avanzando. El mismo día de la marcha intentaron una convocatoria frente a la Catedral, sin lograr nada significativo. Difundieron luego fotos de una escena teatral ocurrida en Argentina, para intentar avivar el temor y el rechazo ante el cuco del aborto. Pero bueno, a todo eso ya estamos acostumbradas las feministas: van a tener que seguir mintiendo y cada vez menos gente les creerá, porque las narices crecen, eso lo sabemos desde Pinocho. No les va a resultar, porque ellos pelean por privilegios y nosotras peleamos por derechos.

Lo que ahora importa es que somos una fuerza social consolidada, con una historia que honramos y un futuro que seguimos diseñando, que tenemos el desafío de transformar el mundo mientras vamos generando cambios concretos, y que luego del #8M en Paraguay las feministas tenemos el derecho y hasta el compromiso de asumir el optimismo.


El #8M fue la excusa perfecta para articular luchas en Alto Paraná

 

Desde hace tiempo, en Alto Paraná existen organizaciones que aglutinan mujeres en torno a diversas causas. Podríamos mencionar a CDE Amamanta, un grupo de madres que promueve la lactancia materna, defendiendo el derecho a amamantar sin restricciones y que surgió cuando a una madre la expulsaron de un shopping por dar de mamar. También existe el colectivo El Parto es mío, que congrega a mujeres en la lucha por un parto respetado, combatiendo la mercantilización de la salud y nuestros cuerpos. Existen otras organizaciones donde las mujeres menores de edad asumen un papel protagónico como la Coordinación Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes, los centros de estudiantes de los colegios, donde son las chicas quienes encabezaron las últimas manifestaciones.

 

La discusión sobre los problemas que nos afectan por ser mujeres en la región estaba ya presente en esta parte del país, impulsada por estos grupos, por ejemplo en las redes sociales con incipientes grupos de whatsapp donde se hacía una catarsis permanente sobre la violencia cotidiana como el acoso callejero. En varias oportunidades se pensó en un encuentro, una ronda de tereré para conversar y gestar algunas acciones. Sin embargo, fue el Paro Internacional de Mujeres el que logró convocar a todos estos grupos dispersos.

Desde inicios de febrero de 2017 se iniciaron las reuniones en espacios como el Shopping Zuni (en días de lluvia u horarios nocturnos) y el Lago de la República de Ciudad del Este. La intención: debatir sobre los distintos problemas que nos afectan como mujeres en un sistema de desigualdad social, política y económica. El grupo iba creciendo cada vez más, tanto en las reuniones como en los grupos virtuales. Llegaban chicas de Presidente Franco, de Hernandarias, de Minga Guazú. Había cada vez más adhesiones y empezaron a brotar denuncias de violencia y explotación de mujeres, a medida que referentes del colectivo en gestación eran entrevistadas en medios de comunicación local.

En los debates internos surgían las diferentes posiciones, ante los diversos problemas. Sin embargo, las divergencias no fueron impedimento para fortalecer la organización, al contrario, la enriquecieron. En el proceso de definición de las reivindicaciones decidimos analizar la realidad regional y construirlas desde ahí. A la hora de pensar qué acciones realizar en adhesión al Paro, se analizó la factibilidad de una huelga y nos encontramos con dificultades como la falta de garantías, las posibles represalias y despidos que sufrirían las trabajadoras adheridas, la poca o nula sindicalización. Por ese motivo, se optó por un acto público breve pero contundente que facilite la mayor participación posible y permita dar visibilidad a nuestras demandas.

En Ciudad del Este, el Paro Internacional de Mujeres no se limitó a la acción del 8 de marzo, sino fue más bien un conjunto de acciones. Volanteadas en espacios públicos, visitas a medios de comunicación, reuniones de debate, reflexión y organización, la preparación de un festival en Homenaje a la Mujer Paraguaya que finalmente no se concretó, pero que sigue pendiente. Finalmente, el #8M se realizó una plenaria en la Plaza de la Paz y luego se marchó por avenidas principales del microcentro. Fue la primera vez, que mujeres diversas tomaban las calles de la ciudad pidiendo a gritos libertad, justicia para las víctimas abuso y feminicidio, seguridad en todos los aspectos y respeto a sus derechos.

 

Como resultado de todas estas experiencias se creó la Articulación de Mujeres del Alto Paraná con el desafío y el compromiso de continuar luchando unidas en la diversidad. Nos aglutinamos y movilizamos por los siguientes motivos:

  1. Por todas las mujeres golpeadas, violadas y asesinadas, por el fin de la violencia contra las mujeres.
  2. Para que la justicia responda eficazmente ante nuestros derechos y los casos de violencia no queden solo en estadísticas.
  3. Por el fin del acoso callejero, por la libertad de circular seguras y sin miedo en los espacios públicos.
  4. Por el fin del acoso laboral y asedio sexual en los lugares de trabajo, para que nuestros cuerpos no sean objeto de mercantilización.
  5. Para que se tomen medidas contra el acoso sexual en las escuelas y universidades.
  6. Por un sistema educativo que contribuya a construir la igualdad entre hombres y mujeres.
  7. Paramos porque tenemos derecho a una educación sexual.
  8. Por el fin del criadazgo, que no constituye ningún favor, sino una forma de esclavitud moderna.
  9. Para que las tareas domésticas y de cuidado sean reconocidas como trabajo y valoradas como tal.
  10. Paramos para que las tareas de cuidado sean responsabilidad de toda la sociedad.
  11. Por más respeto, calidad y calidez en los servicios de salud para las mujeres, por el fin de la violencia obstétrica y por un parto humanizado.
  12. Para que el Estado paraguayo implemente acciones concretas para prevenir embarazos y maternidades infantiles forzadas y para combatir de forma adecuada la violencia sexual que los provoca.
  13. Por la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en todos los ámbitos de la sociedad.
  14. Por políticas públicas serias y eficaces ante la vulnerabilidad económica de las mujeres.
  15. Por el fin de la trata de personas y una atención adecuada en zonas de frontera, donde las mujeres se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad.
  16. Por más albergues para mujeres víctimas de violencia.
  17. Paramos por el fin de la violencia institucional y la corrupción en Paraguay.

Y aun cuando nuestras demandas al Estado y la sociedad han sido claramente difundidas desde un principio, surgió la campaña del #YONOPARO, promovida principalmente por sectores religiosos. Con mensajes en las redes y a través de los medios masivos de comunicación, se encargaron de tergiversar los motivos que nos impulsaron a unirnos al Paro Internacional de Mujeres, fuimos víctimas de todo tipo de difamaciones. Sin embargo, la campaña fue de doble filo. Buscó desmovilizar, pero nos dio mayor visibilidad.

Nosotras, quienes nos adherimos y participamos activamente del Paro Internacional de Mujeres desde Ciudad del Este seguimos unidas y con firmeza. Somos conscientes de que la lucha es cotidiana y debe ser constante. El debate debe continuar y pensamos también en espacios de formación para entender mejor el funcionamiento de este sistema capitalista y patriarcal. Estamos comprometidas. Vivimos en una de las regiones más conservadoras del país, con un sistema altamente represivo y una serie de condiciones que obstaculizan la organización y manifestación pública. Aun así, estamos convencidas de las causas que nos movilizan y seguiremos adelante. ¡Ni un paso atrás! ¡No queremos ni una menos! ¡Vivas nos queremos!

 

 


8M: La alegría de ser mujeres (y de no estar solas)


Después de semanas de trabajo y organización, finalmente llegó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, celebrado en los 54 países que se han sumado al Paro Internacional de Mujeres. Aquí, más de 70 organizaciones han articulado esfuerzos para una organización sin precedentes, con actos e intervenciones en todo el país y una movilización en Asunción que reunió a casi 10.000 personas, en torno al festival celebrado en la Plaza de la Democracia. A continuación expongo las razones, personales pero quizá compartidas, de por qué creo que definitivamente el 8 fue una fiesta.

Las organizaciones feministas en este país no son algo que se haya inventado hace una semana. Muchas existen hace ya varios años, con diversos esquemas de organización

–articulaciones, movimientos, coordinadoras, colectivos, sindicatos– así como con diferentes focos de trabajo (mujeres campesinas, indígenas, lesbianas, trans, trabajadoras domésticas, niños y niñas…) pero me atrevo a decir que todas han tenido y tienen que enfrentar las dificultades de trabajar en un país en extremo desigual, conservador y machista.

A pesar de las condiciones adversas, estas organizaciones han logrado sostenerse y trabajar, muchas veces articulando fuerzas: prueba de ello es que ya se han celebrado 6 encuentros feministas nacionales; muchas organizaciones han participado de encuentros en el exterior que han enriquecido sus redes; existe producción científica feminista local –y está en aumento–; ya se ponen en acción mecanismos de respuesta de origen social ante casos de violencia; todo lo cual ha colaborado a que hoy la problemática de género sea un tema obligado en la agenda, que nos mueve a debatir, pensar y repensar mucho de lo que está “normalizado” en nuestra sociedad.

Este nuevo escenario, en que hablar de feminismo y de sus reivindicaciones al parecer va dejando de ser un tabú, plantea un desafío para todas las que llevan años trabajando en esto y las que están incorporándose.

Nos exige reflexionar sobre nuestros objetivos y las acciones que tomaremos es pos de ellos. Desde las universidades hemos aunado esfuerzos para que el 8M llegue a nuestras aulas; hoy, agrupadas dentro de la Plataforma de Universitarias Feministas, nos toca hacer nuestro propia análisis.

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

Cómo llegamos al 8M: Un día del que no hay vuelta atrás

Minga Pora, Encarnación, Caaguazú, Pilar, Ciudad del Este, Aregua… En colegios públicos y privados, el Buen Pastor, instituciones públicas, empresas privadas, los Bañados de Asunción. En total se llevaron a cabo más de 50 intervenciones, paros y actos para lo que hubo un trabajo previo de varias semanas. Todos los martes, la Plaza Italia era testigo del encuentro de mujeres de diversos espacios que intercambiaban ideas en miras a lo que sería ese día.

Paralelamente a las acciones concretas, se debatió constantemente sobre la difícil realidad que vivimos las mujeres de este país, que cada una de las organizaciones puso de relieve: matan a una de nosotras cada 4 días, por el simple hecho de ser mujeres; nos obligan a ser madres (peor aún, obligan a las niñas a ser madres) sin garantizar condiciones mínimas para una maternidad respetada ni en nuestros espacios de trabajo, ni en nuestras universidades; las mujeres campesinas e indígenas son violentadas en el campo; las mujeres trans son asesinadas impunemente; las mujeres de la ciudad salen a las calles sin saber si volverán ese día y el Estado no brinda respuesta eficaz ni a nada de esto ni a muchos otras problemas.

Pero la dureza de esta realidad, si bien nos interpela a cada instante, no impidió que el 8M fuera lo que fue: una gran fiesta lila, llena de alegría, de esperanza, en la que nos hermanamos mujeres diversas, conscientes de nuestras diferencias, pero también de la fuerza que tenemos cuando estamos juntas y organizadas.

De aquel 8M me quedó impregnada en la retina la imagen que veía desde la terraza de la Plaza de la Democracia: éramos miles. Cantando, riendo, llorando, gritando… miles festejando la alegría de estar vivas y de no estar solas, de saber que estábamos haciendo historia.

Hoy somos conscientes de que tenemos voz propia y la alzamos por sobre todo lo que nos siguen diciendo, por sobre los que dicen que estamos locas. Y si estamos locas, lo estamos de alegría y ternura, de saber que nunca más estaremos solas y que podemos transformar la realidad con nuestro poder.

 

Texto publicado originalmente en El Independiente