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El 8 de marzo, organizaciones que luchan por la igualdad de género en más de 40 países han convocado a una huelga mundial de mujeres. Las movilizaciones feministas se multiplican y ganan visibilidad en escenarios, espacios y territorios cada vez más amplios. Un grito de justicia y dignidad que nos interpela y ante el cual nadie puede ser indiferente. El 8 de marzo todas paramos.

Reafirmamos la vitalidad de las luchas feministas frente a la arremetida fundamentalista y a los retrocesos que hoy enfrentan América Latina y el Caribe.

La expansión y actualidad del pensamiento feminista a escala global es, sin duda, uno de los signos de este tiempo. Sus alcances inéditos dan cuenta de luchas de larga data, de logros y saltos cualitativos conseguidos con tenacidad e imaginación, pero expresan también la necesidad compartida por la mayoría de mujeres de hacer frente a nuevas y persistentes formas de dominación e injusticia de género, a una contraofensiva reaccionaria que pone en riesgo los avances ya conseguidos y el logro de las transformaciones pendientes para nosotras y nuestras sociedades.

Por eso, esta nueva conmemoración del Día Internacional de las Mujeres nos desafía desde una realidad contradictoria, desde la complejidad marcada por cambios conseguidos hacia la igualdad, por la convergencia de movimientos en torno a causas como la erradicación de la violencia machista y, al mismo tiempo, por el ascenso de fuerzas reaccionarias alimentadas por el neoliberalismo patriarcal dominante, por el despliegue de agendas, acciones y discursos que conjugan anti valores de individualismo egoísta, competencia, intolerancia y autoritarismo social y de mercado.

En nuestra región fuerzas conservadoras de viejo y nuevo cuño han logrado acceder a los gobiernos de nuestros países por la vía del voto popular y, en no pocas ocasiones, por vías autoritarias, golpistas o  elecciones fraudulentas. Estamos asistiendo al acelerado recorte de derechos económicos, políticos, sociales y culturales de amplios sectores sociales, cuya ampliación fue conseguida en las dos últimas décadas en el marco de proyectos democráticos y progresistas.

El liderazgo de las mujeres, muchas indígenas y campesinas del área rural, en la defensa de sus territorios y de recursos vitales como el agua, está siendo criminalizado. Los intereses del capital global arrasan con formas de vida ancestrales y colocan en riesgo la sobrevivencia de pueblos y comunidades a lo largo y ancho de Latinoamérica.

La recomposición conservadora en marcha enarbola ideas claramente fundamentalistas y defensoras del capitalismo patriarcal. Manipula el tema de la familia, que en la región es centro de la vida social y económica, y proyecta falsos peligros contra su cohesión, como la mal llamada “ideología de género” que buscaría destruirla. La aceptación de la diversidad sexual, la deconstrucción de la relación sexo-género, la autonomía corporal de las mujeres, los derechos sexuales y los derechos reproductivos, tal como los defendemos los movimientos feministas, pasan cada vez más a ser considerados ‘amenazas’ que deben ser desterradas.

Actualmente se han profundizado las ideas que justifican un ordenamiento social jerarquizado, incluso como motor de un supuesto desarrollo y una economía exitosa. Y ese orden se impone más y mejor si los cuerpos de las mujeres, sobre todo los cuerpos de las más pobres, negras, indígenas y campesinas, son instrumentos de producción y reproducción domesticados. La violencia contra las mujeres es un instrumento disciplinador que se hace más virulento en la medida en que luchamos más claramente por nuestra emancipación.

El patriarcado siempre ha sido un privilegiado aliado científico, académico, cultural y material de la explotación capitalista, que naturaliza la discriminación y la desigualdad, tan útil a la acumulación y la deshumanización del mundo.

La violencia contra las mujeres es un instrumento disciplinador que se hace más virulento en la medida en que luchamos más claramente por nuestra emancipación.

Pero frente a estas fuerzas reaccionarias, que pretenden ser hegemónicas, los movimientos feministas estamos más vitales y más consolidados en nuestras luchas. Hemos asistido en los últimos años a grandes movilizaciones con nuestras banderas, afrontamos los desafíos de nuestro tiempo histórico, no abandonamos la pedagogía de la igualdad y la libertad. Nuestra rebeldía es garantía de justicia y amplitud, nuestras propuestas construyen las alternativas civilizatorias que necesita la humanidad. Cada vez somos más, estamos más organizadas y tenemos una voz más clara y contundente. No dejaremos la denuncia ni nuestra movilización activa por la construcción de más y mejores libertades y derechos.

Hermanadas en las luchas con todos los colectivos feministas de nuestra región y del mundo, nos sumamos a la Huelga Internacional de Mujeres 2018.

#NOSOTRASPARAMOS

Grupos de Trabajo de CLACSO:

  • Feminismos, resistencias y procesos emancipatorios
  • Género, (des)igualdades y derechos en tensión
  • Epistemologías del Sur
  • Familias, géneros y diversidades
  • Afrodescendencias y propuestas contrahegemónicas
  • Economía Feminista
  • Cuerpos, territorios y resistencias