El 8M tuvo muchos aspectos positivos y algunos pocos negativos. Entre los positivos, es indudable la gigantesca movilización que marcó un fuerte inicio de unidad de las mujeres que están afectadas por este sistema patriarcal y neoliberal. Además, las más amplias reivindicaciones de las mujeres fueron incorporadas en el manifiesto, desde la denuncia contra las violencias contra las mujeres, niñas y niños hasta la reforma agraria, la defensa del medio ambiente, la tierra, la igualdad y la soberanía territorial y sobre nuestros cuerpos. La movilización en varios lugares de los diferentes departamentos y la posibilidad de coordinación simultánea de las acciones demostró que podemos hacerlo juntas, pese a nuestras diferencias. La buena organización, la inclusión y la diversidad de sectores participantes fueron muy visibles.
A esto hay que sumar el reconocimiento de que esta vez hubo una práctica democrática en el enfoque de la participación, es decir, una metodología que fue apropiada para llamar a la suma de las organizaciones y de mujeres no organizadas. La red que se fue armando en torno al Paro 8M fue muy importante para abrir y canalizar las diversas inquietudes y los problemas que nos aquejan desde nuestros diferentes lugares, y que constituye uno de los aspectos más enriquecedores. Desde la articulación que se construyó se posibilitó el destape de la agresión, el acoso y las amenazas en las universidades y en la iglesia, violencias que ya no estamos dispuestas a aguantar las mujeres.
El 8 de marzo Paraguay marcó un antes y un después por la magnitud de la convocatoria y además por despertar las denuncias que se constituyeron en montañas a medida que se acercaba el día D.
Las mujeres perdimos el miedo para plantear nuestras denuncias ante la barbarie de los abusos, acosos y toda forma de violencia.
La libertad de expresión de las mujeres es un aspecto muy importante, el 8M fue una excusa y una motivación para expresar los diversos sentimientos de todas las mujeres. El Paro dio oportunidad y fuerza a muchas mujeres para romper su miedo y sumisión, para denunciar las injusticias que sufren.
También es destacable la participación de la juventud, el estudiantado y mujeres de las más diversas edades: esto nos hace creer que es posible que rompamos nuestros yugos. Y no hay que olvidar que hubo buen destaque de la prensa, lo que puede incentivar a una mayor conciencia en los hombres sobre la realidad que vivimos las mujeres.
Los pocos aspectos negativos que son posibles identificar indican los desafíos que aún existen: hubo poca participación de las mujeres indígenas, no todas las organizaciones campesinas y sindicales se unieron, faltó mayor visibilidad de las movilizaciones y acciones del interior, faltó apoyo logístico a los preparativos en el interior -lo que fue un freno dado el alto costo económico para la movilidad desde las comunidades sabiendo que las mujeres sufren más a causa de la pobreza-. Todos estos aspectos deben trabajarse más para que en el futuro tengamos incluso mayor adhesión.
Es necesario tener objetivos claros, buena metodología e inclusión, estrategia comunicacional y de participación, estructuras que sean atractivas. Es un desafío también preguntarnos cómo incorporar efectivamente a las indígenas y las campesinas, para eso habrá que mantener una línea combativa, disciplinada y estructurada y habrá que rescatar las luchas de las mujeres de nuestro país. El 8M es una memorable acción protagonizada por las mujeres y un ejemplo de que juntas, podemos.