¡Las secundarias también paramos!

El 8M fue una actividad a nivel internacional, con el objetivo de llevar  adelante la lucha por aquellos derechos que siempre son relegados por ser mujeres. Como estudiantes secundarias pertenecientes a la Unión Nacional de Centros de Estudiantes del Paraguay (UNEPY) de una ciudad del departamento Central, decidimos que no podíamos quedarnos atrás ante un momento en  el que las mujeres del Paraguay se estaban articulando ante tanta violencia de género existente en el país.

Fue así que el pasado 8 de marzo nos unimos al Paro de Mujeres Paraguay. Nos ocupamos de realizar una charla no solo reivindicando el día de la mujer obrera, sino alzando la voz en contra de tantos feminicidios, acosos, abusos sexuales, embarazos forzosos. Y exigimos además, con todas nuestras fuerzas, dejar de lado los estereotipos como que “el lugar de la mujer es la casa y la cocina”.

El machismo existente entre los directivos de mi institución no facilitó nuestra movilización por la causa, pero no fue suficiente para impedirla.

Como mujeres y jóvenes nos tocó armarnos de valor y salir a las calles para protestar. Exigimos nuestros derechos, pese a que las reivindicaciones no hayan tenido masivo apoyo en nuestra ciudad, donde aún  buena parte de la ciudadanía  está cegada por el machismo y por tontos estereotipos sobre lo que debería hacer una mujer con su vida.

Pese a las dificultades, pudimos unirnos a las demás mujeres de nuestro país y del mundo  porque hoy sabemos que como mujeres tenemos los mismos derechos y que no debería haber discriminación hacia las personas por razón de su género. Y también sabemos que seguiremos luchando por todas aquellas compañeras que no son escuchadas.


Después del #8M: el optimismo

Imagen: Fotociclo

 

El #8M 2017 colocó un hito en nuestra ya larga historia de feminismos paraguayos, gracias a diversos elementos conjugados en las expresiones simultáneas en varios puntos del país, y en esa multitud de la marcha en Asunción, de magnitud difícil de calcular (10.000 personas es un número que parece ser el de mayor consenso). Otras veces también marchamos en las fechas clave para las mujeres, si bien en los casos más exitosos fuimos quizás unas mil personas y ni por sueños imaginábamos que esta avalancha de manifestantes era posible, que estaba cerca y que sería una de las más grandes manifestaciones sociales en la historia reciente del país.

Claro que habíamos tenido otros momentos memorables. Por ejemplo, en 1991 hicimos una toma momentánea del Congreso, desalojando a los atónitos congresistas que sesionaban, para proceder a una aprobación simbólica –presidida por Line Bareiro– del proyecto de modificación del Código Civil, redactado por Mercedes Sandoval a partir de un proceso participativo, que hasta entonces había sido sometido apenas a la burla de los legisladores. Habremos sido unas 300 mujeres quizás, que habíamos llegado al final de la dictadura stronista organizadas y con propuestas, y que teníamos el obvio enojo ante un país que aún nos consideraba “incapaces relativas de hecho” ante la ley civil. Pero de eso ya pasó más de un cuarto de siglo, más que la edad de parte importante de las manifestantes del pasado 8 de marzo.

Es que el #8M fue un grito mundial de las mujeres, que nos encontró a las paraguayas con capacidad de unirnos, por muchas razones combinadas para obtener un resultado fantástico. Entre ellas, y sin ánimos de exhaustividad, que estamos ante una generación de jóvenes nacidas ya fuera de la dictadura, con nuevos parámetros, lejos del famoso “no te metas”, que vienen de experiencias de masiva movilización exitosa con resultados palpables (como “UNA no te calles” y las tomas de colegios), así como la recuperación de la capacidad general de movilización ciudadana que fue cortada abruptamente con el golpe de 2012 (recordemos los llamados after office, que ya no se pudieron replicar). Además, ha sido también una respuesta ante el tensado permanente de las cuerdas de la paciencia, con casos de machismo extremo e irracional, con hombres rodeados del halo de autoridad aprovechando púlpitos y bancas para emitir ofensas a las mujeres, discriminaciones varias y disculpas ante el acoso y el abuso de poder.

Y, cómo no, también tenemos ya desde el feminismo una importante acumulación, tanto histórica –con antecedentes recuperados desde al menos principios del siglo XX– como reciente. Se trata de un movimiento de ideas y de acción política que sobrepasa en mucho los límites de una o de algunas organizaciones, cuyos cambios palpables pueden verse en leyes, en políticas y en prácticas sociales, pero que revoluciona ante todo las mentalidades, la forma de entender las sociedades y sus relaciones a partir del sexo (de la sexuación de la especie humana) y del género (cómo entendemos dicha sexuación y todo lo que deviene de ella). Y hablamos de feminismo porque el foco del cambio está en las mujeres: es el movimiento que busca modificar el lugar asignado a las mujeres en la sociedad. Y las mujeres son sus protagonistas centrales porque no hay cambios sociales sin sujetos que actúen en primera persona, con voz propia: sin permisos y sin tutelas.

El #8M en Paraguay logró conjugar todo esto de manera brillante, con una organización horizontal y autogestionada, con reuniones previas abiertas y en una plaza, con cada quien aportando lo que mejor podía, con colorido y creatividad.

Ahí tuvieron cabida los temas y las expresiones que cada participante quiso resaltar, sin tabúes, sin prescripciones ni proscripciones. Cuestiones como el aborto legal y seguro (clásico tema “maldito”) marcharon a la par que la paridad y la igualdad del trabajo doméstico. Los derechos coexistieron, sin privilegios: a una vida libre de violencia, al cuidado, a la tierra, al libre tránsito sin acoso, a la educación sexual, a la sexualidad y la reproducción con salud y sin coacciones, a vivir sin discriminaciones, entre otros muchos. Una fiesta que mostró al Paraguay lo que podemos ser con la construcción colectiva y sostenida de las mujeres y de quienes se unen a esta lucha desde una gran diversidad de lugares y posiciones sociales.

Claro que sigue ahí la reacción fundamentalista y patriarcal, al acecho para impedir que esto siga avanzando. El mismo día de la marcha intentaron una convocatoria frente a la Catedral, sin lograr nada significativo. Difundieron luego fotos de una escena teatral ocurrida en Argentina, para intentar avivar el temor y el rechazo ante el cuco del aborto. Pero bueno, a todo eso ya estamos acostumbradas las feministas: van a tener que seguir mintiendo y cada vez menos gente les creerá, porque las narices crecen, eso lo sabemos desde Pinocho. No les va a resultar, porque ellos pelean por privilegios y nosotras peleamos por derechos.

Lo que ahora importa es que somos una fuerza social consolidada, con una historia que honramos y un futuro que seguimos diseñando, que tenemos el desafío de transformar el mundo mientras vamos generando cambios concretos, y que luego del #8M en Paraguay las feministas tenemos el derecho y hasta el compromiso de asumir el optimismo.


Un 8M diferente y el poder de lo colectivo

 

Es  difícil borrar la sonrisa de los rostros de feministas paraguayas en estos días. Esas sonrisas que empezaron a esbozarse en la madrugada del 8 de marzo cuando se recibían las primeras fotos de Lambaré, con su burrerita vestida de fucsia y su indio coronado con una pañoleta,  de Caaguazú, con activistas que juntaron monedas una a una para hacerse de camisetas y  estaban ya con  sus banderas en la plaza, de Encarnación, donde mujeres de Paraguay y Argentina  se fundieron en un abrazo en el medio del puente que une a ambos países.

Foto: Natalia Ruiz Díaz

Eran sonrisas que se fueron ampliando cuando en la Plaza O’Leary  de Asunción empezó a juntarse gente para trabajar o participar de las diversas actividades: estudiantes de derecho y abogadas del consultorio jurídico feminista, responsables de Rohendu, el servicio de atención a mujeres lesbianas, asesoras sindicales  brindando información, trabajadoras domésticas con sus reivindicaciones, mujeres en búsqueda de remeras pintadas con el 8M o de una clase de autodefensa.

A las 18 horas las expresiones  satisfechas convergían ya en una  auténtica explosión de alegría ante la masiva llegada de gente a la Plaza Uruguaya, convirtiéndola en un mar de fucsia y lila. Esa alegría se desplegó por muchas cuadras en la calle Palma: mientras llegaban las compañeras que encabezaban la marcha a la Plaza de la Democracia  aún  no terminaban de salir las últimas de México Mariscal Estigarribia. El  despliegue fue también de reclamos, en diversidad  y sororidad, donde todo tuvo cabida: carteles con demandas, música, teatro, cuerpos pintados,  tetazos. Saludarnos, alegrarnos juntas y cuidarnos  fueron consignas plenamente compartidas, además de aquellas que exigían el cese de los feminicidios, una vida libre de violencia, igualdad laboral, paridad en el poder político y social, entre tantas de las que se levantaron ese día.
8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

¿Qué hizo posible una respuesta  de esta envergadura a la convocatoria del 8M, prodigando a los feminismos del Paraguay  un momento de tanta alegría? ¿Cómo llegó un movimiento que siempre fue considerado marginal, de unas pocas “radicalizadas y extremistas” a una movilización tan masiva y diversa?

Indudablemente confluyeron muchos factores  en lo sucedido el 8M y el peso del resultado no puede ser colocado en uno solo. Hubo un largo trecho de trabajo, esfuerzos y coyunturas específicas entre el proceso sostenido de construcción que por décadas realizaron feministas paraguayas durante el proceso de transición democrática, hasta la eclosión de la conformación de grupos de mujeres de diversos tamaños y objetivos en todo el país, y sobre todo de grupos de feministas jóvenes, actores centrales de este 8M.

Este periodo reciente tiene antecedentes más lejanos aún, con  procesos truncados por el cruel periodo stronista; son aquellos que Bareiro, Monte y Soto (1993) recuperan en Alquimistas. Documentos para otra historia de las mujeres[1], cuando nos cuentan que durante la primera mitad del Siglo 20 hubo un rico debate feminista en nuestro país, con la emergencia de agrupaciones como el Centro Feminista Paraguayo en 1920 y la Asociación Feminista en 1929 , o a través de  documentos como las tesis Humanismo de Serafina Dávalos y Feminismo de Virginia Corvalán, y periódicos como el librepensador y anticlerical La Voz del Siglo (1902 a 1904) dirigido por Ramona Ferreira, Por la mujer, aparecido en 1936 o El feminista,  cuya primera aparición se produjo en 1953.

La dictadura stronista puso un paréntesis a la expansión del movimiento feminista en el Paraguay, con la imposición de  un obligado  silencio a todo accionar desafiante. Las mujeres que luchaban por igualdad,  justicia  y libertad, declaradas feministas  o no, estaban presas, desaparecidas o asesinadas. Ese silencio no fue inocuo y es así que “cuando surgen las nuevas organizaciones de mujeres en los inicios de la década de los ochenta, lo hacen sin recuerdos de las que las precedieron” (Bareiro, 1997)[2].

Los años finales de la dictadura de Stroessner vieron la conformación de la Coordinación de Mujeres del Paraguay en 1987. La lucha de este colectivo para modificar leyes discriminatorias como el Código Civil y el Código Penal con acciones osadas como el cerco al parlamento para exigir los cambios legales, y el empecinamiento en realizar los Encuentros  Feministas del Paraguay, permitió a los feminismos articularse y sostener un hilo de pensamiento y acción en tiempos difíciles de finales y post dictadura stronista.

Los años 90 y la primera década del siglo XXI fueron los de  feminismos empeñados en construir pensamiento y generar espacios de expansión de la idea de igualdad. Los cursos de formación en género y feminismo, seminarios, encuentros, debates, producción de material, investigaciones, recuperación de figuras  olvidadas por la historia se sucedían sin pausa, y todo sirvió para ir  construyendo un proceso de acumulación  de pensamiento y actuaciones feministas.

El 8M brindó el momento propicio para salir de los pequeños cuartos propios [3] en los que muchas veces se recluyeron los feminismos y vino de la mano de la fuerza y el ímpetu de una generación de jóvenes feministas que irrumpen en la escena; ellas colocan sus miradas frescas, desafiantes,  transgresoras, enredadas, y logran ser la fuerza convocante que necesitaban los feminismos para demostrar con mucha presencia su existencia a una sociedad en la que  la violencia hacia las mujeres, el machismo y el patriarcado se expresan a diario y de formas muy crueles.

La mirada histórica permite vincular lo que hoy sucede con  procesos de construcción y acumulación que a veces no se perciben y encontrar estos hilos conectores permite visualizar uno de los factores que concretó el 8M. Pero más allá de éste  y otros que se seguirán identificando y analizando, hubo un elemento que estuvo presente en todo el espectro de las acciones de construcción  del 8M de 2017 en Paraguay y de su concreción  el día miércoles en la multitudinaria marcha: el accionar colectivo.

La posibilidad de participación amplia, en un espacio público como la Plaza Italia, que recibió semana a semana a quienes quisieron participar del proceso, el debate amplio sobre las acciones conjuntas a ser desarrolladas,  el trabajo  para definir un  pronunciamiento común ,  los esfuerzos por buscar aportes solidarios de personas y organizaciones participantes como una forma central de garantizar la autonomía del proceso; todo se desarrolló bajo la impronta de la participación.

El poder colectivo fue un poderoso aglutinante para los feminismos y para el movimiento amplio de mujeres del Paraguay, que tantas veces se han debilitado en los desencuentros. La certeza de que el  8M Paraguay no tenía dueñas sino una maternidad colectiva tuvo un eco tan fuerte que posibilitó la movilización de esfuerzos, de recursos, de creatividad, de trabajo, hasta concretarse en acciones masivas y diversas que quedarán por mucho tiempo en nuestras retinas. Y probablemente esta construcción realizada en poco tiempo, pero con sólidas raíces en las luchas que la precedieron, brinde fuerzas, muestre el camino y sea un preludio de encuentros mucho más amplios que posibiliten construir la sociedad justa e igualitaria que necesitamos las mujeres para vivir nuestras vidas a plenitud.

 


[1] Bareiro, Line; Monte, Mary y Soto, Clyde (1993) Alquimistas. Documentos para otra historia de las mujeres. Asunción: Centro de Documentación y Estudios.

[2] Bareiro Line (1997). “Construcción femenina de ciudadanía”, en Bareiro, Line y Soto, Clyde (ed.) Venezuela: Centro de Documentación y Estudios/Nueva Sociedad.

[3] Un  cuarto propio es el título del ensayo feminista de la escritora inglesa Virginia Wolf, publicado en 1929.