¿Qué significó el 8M para las mujeres indígenas?

 

El 8 M salí a marchar, pero antes me pregunté, ¿cómo y dónde estamos las mujeres indígenas? Participé como observadora de una de las plenarias preparatorias en la plaza Italia. Observé a jóvenes mujeres, entusiastas, luchadoras, soñadoras, alegres, y a la vez convencidas, con carácter, con firmeza y con un gran espíritu de cuerpo, que tenían muy claro porqué era necesario hacer esta marcha. Me sentí representada por ellas, porque ellas hoy siguen pasando por lo que yo he pasado ¡qué poco ha cambiado la sociedad hacia las mujeres! Esas hermosas chicas, morenitas, trigueñas o blanquitas, estudiantes, de distintas clases sociales, campesinas, obreras, profesionales…todas ellas manifestando su indignación, su preocupación por la discriminación, la violencia, los riesgos y peligros por los que pasan cada día.

Pensaba, si ellas pasan por todo esto todos los días, ¿cuánto más pasan mis compañeras y hermanas indígenas en las comunidades, en los servicios de salud, en las calles, en las escuelas, y colegios, en las ciudades?…todas sufriendo en silencio, “aguantando” los desprecios, invisibilizadas, discriminadas y excluidas, sin encontrar justificación para tamaña situación. Entendí que debíamos estar, teníamos que marcar también nuestra presencia, que aunque no fuéramos muchas, debíamos estar. Todas ellas serían nuestras voces. Esas jóvenes mujeres y varones ya nos miran de otra forma, sentimos que podemos ser vistas como sujetas de derechos, sentimos mayor empatía y comprensión hacia nuestras luchas, y las luchas son más colectivas, porque ellas, las de esta nueva generación de mujeres jóvenes, se ven reflejadas en lo colectivo, y saben que los derechos son para todas.

Nos queda el desafío de colocar nuestras propias voces, de crear alianzas, de desapegarnos de tutelajes, de unirnos como colectivo, como pueblo, como mujeres indígenas. Y, desde nuestro propio protagonismo y cosmovisión, enriquecer la defensa de nuestros derechos en este territorio llamado Paraguay.


Si no pelo tetas, no es mi revolución

Hola, me llamo Belencha. Soy la gorda negra que peló tetas en el Paro Internacional de Mujeres, en este caso, Paraguay. Junto a mis hermanas de La Feroz Colectiva y otras amigas, marchamos con los senos al descubierto haciendo uso político e ideal de nuestros cuerpos. No crean que no dudamos en las consecuencias posteriores, pero contra toda cuadratura, nos animamos y usamos nuestras tetas con consignas políticas, para armar bardo y replantearnos todo, desde lo personal hasta lo trascendente. Marchamos junto a aproximadamente 8.000 hermanas más, cantando e interpelando a la gente a replantearse las estructuras, y lo hicimos de una simple y poderosa forma.

No fue poca cosa el marchar con los senos al desnudo, menos en un país en donde pelar culos/tetas para vender está bueno, pero para exigir los derechos somos unas exhibicionistas asquerosas que no tienen en cuenta lo que podrían ver lxs niñxs que pasan por ahí.

“Doble moral, te queremos!” Quiero comentarles a nivel personal (ya que este blog lo escribo desde la individualidad) lo que me dejó el #8M y cuánta importancia tuvo y tendrá en mi vida.

“Me sentí pieles” dijo una de mis feroces amigas. El nivel de alegría y poderosa fuerza que vivimos fue maravilloso y se sintió gigante. No estamos solas, no somos unas locas y definitivamente nada importa más que la sororidad. Aparte de haber bailado por primera vez sin estar pendientes de posibles acosadores, violentadores, densos, y sentir libertad real y colectiva en el cierre y festejo de esa importante fiesta; para mi crecimiento personal y mi formación feminista en desarrollo, esta manifestación fue grandiosa para dejar de mirar mal a María o no bancarla a Juana por pequeñeces individuales que en ese momento no importaban. Las diferencias se quedaron en los costados, porque allí el panorama salió de mi ombligo, de mi planeta y se hizo universo. Se hizo galaxias con fuerzas de mujer. Aunque las diferencias completas nunca cesarán, lo importante es que el salir de nuestras perspectivas personales nos obliga a empatizar con las amigas, las conocidas, las fulanas que no conocemos pero escuchamos de, etc. Lo importante es que esas cuestiones son un absurdo en comparación a la fuerza y cuestión de fondo.

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

Otra peculiaridad que alabo que fue como el efecto colateral más interesante fue la exposición de todes les caretas y los Nachos Progres. A medida que este proceso fue caminándose, la controversia generada desde lo organizativo hasta la marcha ayudó a visibilizar a las personas que se consideraban de línea progresista pero terminaban pasándote un “Manual de Luchas Feministas” porque no estaban de acuerdo con ciertas prácticas, lo cual no está del todo mal, pero como es la primera vez que lo hacemos, estaría bueno cometer errores y descubrirlos en las evaluaciones, no con las peyorativas críticas llenas de mala vibra. Gracias a las redes sociales, un millar de gente fue revelando sus realidades crudas con comentarios machistas, feos, misóginos, transfóbicos, homofóbicos, lesbofóbicos, gordofóbicos; lo cual sirve de filtro para trazar la línea de en qué punto histórico estamos realmente en cuanto a la lucha feminista acá en nuestro sufrido país. Aclaro que no fui parte de la organización pero el proceso se veía a través de las redes o se escuchaba con muchos oídos.

Ahora, el título de mi entrada iba a ser “si tocan a una, nos tocan a todas”, lo cual se debe a un cántico que se escuchó por las calles y luego lo viví desde una imagen “polémica” de mis senos, imagen a la que se le atribuyeron diez mil adjetivos diferentes, entre lindos, horribles y algunos muy hirientes. Pero, sin mentirles, viví ese “tocan a una, nos tocan a todas”. Entre tanta maldad, las chicas nos pusimos las camisetas y nos defendimos entre todas, nos bancamos y nos dimos amor con mensajitos, llamadas, abrazos, besos y mucha empatía. Fue hermoso sentir que esas líneas cobraban vida.. así que persons mala onda, pejeabrí, estamos juntas, en manadas y hermanadas.

A mi, entre tanta alegría de vivir todo esto y hacer muchísimas amigas más, se me solucionaron dos problemas personales de mayor importancia. El paro no sólo me devolvió un amigo al que habían succionado las malas energías de ambos (si, nde rasta olimpero) sino curó mi corazoncito que estaba perdiendo las ganas de seguir luchando. En una depresión que calaba hasta los huesos y por la que sigo luchando por salir, ayudada con las terapias y mimos amistosos, lo que faltaba aparentemente era moverme y sentir los ideales en callos ardorosos. Salir a gritar, reclamar, exigir, visibilizar, cuestionar, llorar, enrabiarse, reír, abrazar, amar. Eso me faltaba. Me faltaba pelar tetas de revolución.

Para terminar, recordemos que ciertos comentarios son la fiel prueba de cuánto necesitamos del feminismo y de andar en manadas y de ser hermanadas. Desde la naturalización de la violación, hasta el discurso doble moralista pro-vida “parí ahora, moríte después” lo que queda por decir es que hay tanto de qué hablar, tanto que debatir, tanto que leer, aprender y compartir. Lo prioritario es ahora el amor. Amar empezando por vos, recorriendo los vínculos con tu familia, tus amigas, empatizando, simpatizando, sintetizando, eliminando y enfatizando lo que cada una sabe que necesita.

“Amiga, yo te creo”
“Amiga, yo te banco”
“Amiga, yo te entiendo”
“Amiga, yo te quiero”.

 

Este texto fue publicado originalmente en el blog Relatos de una Gorda


Rompiendo miedos: un antes y un después del 8M

El 8M tuvo muchos aspectos positivos y algunos pocos negativos. Entre los positivos, es indudable la gigantesca movilización que marcó un fuerte inicio de unidad de las mujeres que están afectadas por este sistema patriarcal y neoliberal. Además, las más amplias reivindicaciones de las mujeres fueron incorporadas en el manifiesto, desde la denuncia contra las violencias contra las mujeres, niñas y niños hasta la reforma agraria, la defensa del medio ambiente, la tierra, la igualdad y la soberanía territorial y sobre nuestros cuerpos. La movilización en varios lugares de los diferentes departamentos y la posibilidad de coordinación simultánea de las acciones demostró que podemos hacerlo juntas, pese a nuestras diferencias. La buena organización, la inclusión y la diversidad de sectores participantes fueron muy visibles.

A esto hay  que sumar el reconocimiento de que esta vez hubo una práctica democrática en el enfoque de la participación, es decir, una metodología que fue apropiada para llamar a la suma de las organizaciones y de mujeres no organizadas. La red que se fue armando en torno al Paro 8M fue muy importante para abrir y canalizar las diversas inquietudes y los problemas que nos aquejan desde nuestros diferentes lugares, y que constituye uno de los aspectos más enriquecedores. Desde la articulación que se construyó se posibilitó el destape de la agresión,  el acoso y las amenazas en las universidades y en la iglesia, violencias que ya no estamos dispuestas a aguantar las mujeres.

El 8 de marzo Paraguay marcó un antes y un después por la magnitud de la convocatoria y además por despertar  las denuncias que  se constituyeron en montañas a medida que se acercaba el día D.

Las mujeres perdimos el miedo para plantear nuestras denuncias ante la barbarie de los abusos, acosos y toda forma de violencia.

La libertad de expresión de las mujeres es un aspecto muy importante, el  8M fue una excusa y una motivación para expresar los diversos sentimientos de todas  las mujeres. El Paro dio oportunidad y fuerza a muchas mujeres para romper su miedo y sumisión, para denunciar las injusticias que sufren.

También es destacable la participación de la juventud, el estudiantado y mujeres de las más diversas edades: esto nos hace creer que es posible que rompamos nuestros yugos. Y no hay que olvidar que hubo buen destaque de la prensa, lo que puede incentivar a una mayor conciencia en los hombres sobre la realidad que  vivimos las mujeres.

Los pocos aspectos negativos que son posibles identificar indican los desafíos que aún existen: hubo poca participación de las mujeres indígenas, no todas las organizaciones campesinas y sindicales se unieron, faltó mayor visibilidad de las movilizaciones y acciones del interior, faltó apoyo logístico a los preparativos en el interior -lo que fue un freno dado el alto costo económico para la movilidad desde las comunidades sabiendo que las mujeres sufren más a causa de la pobreza-. Todos estos aspectos deben trabajarse más para que en el futuro tengamos incluso mayor adhesión.

Es necesario tener objetivos claros, buena metodología e inclusión, estrategia comunicacional y de participación, estructuras que sean atractivas. Es un desafío también preguntarnos cómo  incorporar efectivamente a las indígenas y las campesinas, para eso habrá que  mantener una línea combativa,  disciplinada y estructurada  y habrá que rescatar las luchas de las mujeres de nuestro país.    El 8M es una memorable acción protagonizada por las mujeres y un ejemplo de que juntas, podemos.


8M: La alegría de ser mujeres (y de no estar solas)


Después de semanas de trabajo y organización, finalmente llegó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, celebrado en los 54 países que se han sumado al Paro Internacional de Mujeres. Aquí, más de 70 organizaciones han articulado esfuerzos para una organización sin precedentes, con actos e intervenciones en todo el país y una movilización en Asunción que reunió a casi 10.000 personas, en torno al festival celebrado en la Plaza de la Democracia. A continuación expongo las razones, personales pero quizá compartidas, de por qué creo que definitivamente el 8 fue una fiesta.

Las organizaciones feministas en este país no son algo que se haya inventado hace una semana. Muchas existen hace ya varios años, con diversos esquemas de organización

–articulaciones, movimientos, coordinadoras, colectivos, sindicatos– así como con diferentes focos de trabajo (mujeres campesinas, indígenas, lesbianas, trans, trabajadoras domésticas, niños y niñas…) pero me atrevo a decir que todas han tenido y tienen que enfrentar las dificultades de trabajar en un país en extremo desigual, conservador y machista.

A pesar de las condiciones adversas, estas organizaciones han logrado sostenerse y trabajar, muchas veces articulando fuerzas: prueba de ello es que ya se han celebrado 6 encuentros feministas nacionales; muchas organizaciones han participado de encuentros en el exterior que han enriquecido sus redes; existe producción científica feminista local –y está en aumento–; ya se ponen en acción mecanismos de respuesta de origen social ante casos de violencia; todo lo cual ha colaborado a que hoy la problemática de género sea un tema obligado en la agenda, que nos mueve a debatir, pensar y repensar mucho de lo que está “normalizado” en nuestra sociedad.

Este nuevo escenario, en que hablar de feminismo y de sus reivindicaciones al parecer va dejando de ser un tabú, plantea un desafío para todas las que llevan años trabajando en esto y las que están incorporándose.

Nos exige reflexionar sobre nuestros objetivos y las acciones que tomaremos es pos de ellos. Desde las universidades hemos aunado esfuerzos para que el 8M llegue a nuestras aulas; hoy, agrupadas dentro de la Plataforma de Universitarias Feministas, nos toca hacer nuestro propia análisis.

8M Paraguay. Foto: Luis Fernando Morel

Cómo llegamos al 8M: Un día del que no hay vuelta atrás

Minga Pora, Encarnación, Caaguazú, Pilar, Ciudad del Este, Aregua… En colegios públicos y privados, el Buen Pastor, instituciones públicas, empresas privadas, los Bañados de Asunción. En total se llevaron a cabo más de 50 intervenciones, paros y actos para lo que hubo un trabajo previo de varias semanas. Todos los martes, la Plaza Italia era testigo del encuentro de mujeres de diversos espacios que intercambiaban ideas en miras a lo que sería ese día.

Paralelamente a las acciones concretas, se debatió constantemente sobre la difícil realidad que vivimos las mujeres de este país, que cada una de las organizaciones puso de relieve: matan a una de nosotras cada 4 días, por el simple hecho de ser mujeres; nos obligan a ser madres (peor aún, obligan a las niñas a ser madres) sin garantizar condiciones mínimas para una maternidad respetada ni en nuestros espacios de trabajo, ni en nuestras universidades; las mujeres campesinas e indígenas son violentadas en el campo; las mujeres trans son asesinadas impunemente; las mujeres de la ciudad salen a las calles sin saber si volverán ese día y el Estado no brinda respuesta eficaz ni a nada de esto ni a muchos otras problemas.

Pero la dureza de esta realidad, si bien nos interpela a cada instante, no impidió que el 8M fuera lo que fue: una gran fiesta lila, llena de alegría, de esperanza, en la que nos hermanamos mujeres diversas, conscientes de nuestras diferencias, pero también de la fuerza que tenemos cuando estamos juntas y organizadas.

De aquel 8M me quedó impregnada en la retina la imagen que veía desde la terraza de la Plaza de la Democracia: éramos miles. Cantando, riendo, llorando, gritando… miles festejando la alegría de estar vivas y de no estar solas, de saber que estábamos haciendo historia.

Hoy somos conscientes de que tenemos voz propia y la alzamos por sobre todo lo que nos siguen diciendo, por sobre los que dicen que estamos locas. Y si estamos locas, lo estamos de alegría y ternura, de saber que nunca más estaremos solas y que podemos transformar la realidad con nuestro poder.

 

Texto publicado originalmente en El Independiente