• 08 Mar 2010

Por Benno Glauser (Iniciativa Amotocodie, Chaco Paraguayo) //

Benno GlauserVivir no debe porque ser una lucha contra poderes asesinos. La vida de las mujeres y los hombres Ayoreo de los grupos aislados (sin contacto con nuestra civilización) no era una lucha, era vida en y con los territorios, como durante siglos. Hoy sin embargo, y a pesar suyo, su vida se vuelve un resistir, un aguantar – y un tener que luchar – desde que otro mundo vino a invadir y a sobreponerse al suyo…

No es esa también nuestra historia, estemos donde estemos? De vernos presos, enredados y atascados en situaciones de resistencia y de aguante, cuando nuestro interés simplemente era el de estar tranquilos, de sentir felicidad, de vivir?

Las mujeres y los hombres indígenas Ayoreo de los seis o siete grupos que viven ‘en aislamiento voluntario’, una condición y denominación que no han buscado sino que es el resultado de un proceso de exterminio y arrinconamiento, hoy son una ínfima pero significativa minoría humana. Antes, los pueblos indígenas que poblaban toda nuestra América, cada uno con su mundo diverso, eran mayoría, y los minoritarios y ‘aislados’ eran los primeros colonizadores e invasores.

Hoy, los grupos aislados Ayoreo continúan su vivir en los bosques de norte del Gran Chaco: caminando y recorriendo sus territorios grupales, de lugar en lugar, y, al hacerlo, encuentran la vida y dan vida a cada rincón de su rica y variada geografía, la que nosotros con ojos de externos a la vida del monte muchas veces percibimos como una mera extensión boscosa uniforme e invariable en la planicie chaqueña. Nuestro lenguaje vuelto economicista tiende a describir ese su andar nómada como un asegurar ‘recursos’ para vivir: el agua, tan preciada en el Chaco bastante seco, los animales que cazan y comen, las frutas que crecen en el monte. Pero ellas y ellos no tienen esa mirada que solo ve lo útil y lo define todo desde la escasez: los bosques chaqueños no son pobres, sino ricos, el vivir de los que ‘aún’ viven en estos bosques no es un sobrevivir y luchar. No lo era. Mientras, para nosotros occidentales de las sociedades ‘modernas’, ya nos resulta impensable una vida que no este sometida a la presión de lo económico, al tener que ‘ganarse la vida’ luchando. Para muchas y muchos de nosotros, es la única manera de vivir que nos queda, y es la que consume todas nuestras energías.

Sin embargo, la gente del monte que llamamos aislados no necesitan ‘ganarse la vida’. La tienen ganada cuando nacen, y vuelven a encontrarla y a la vez recrearla con cada paso y cada día. Su mundo en el que viven no es su enemigo como lo es el nuestro para nosotros. Su mundo – lo llaman ‘eami’ que significa monte (bosque), y también significa mundo – los contiene, los alberga y los cobija. Es un mundo con el que viven en comunicación, ese es su vivir, y que a la vez vive con esa comunicación: lo sienten, lo miran, lo reconocen, pronuncian sus nombres. Lo respetan, temen sus fuerzas inmensas, y saben cuidarse de las mismas. Saben que hay una manera de convivir con el mundo que es el ‘cómo hay que vivir’, el ‘buen vivir’, y si se logra vivir así, sin molestar al mundo, apenas comunicándose con el mismo y con lo que a uno le toca, se mantiene un equilibrio sagrado que es lo que sostuvo a este planeta durante un tiempo largo, antes de nuestra era, como fruto de muchos equilibrios guardados cuidadosamente por mujeres y hombres de muchos mundos. El mundo Ayoreo es solo uno de ellos…

La verdad que no sabemos bien cómo están de veras, ahora mismo. De su vida de antes y de siempre, sabemos a través de los testimonios recogidos de aquellos que fueron arrancados a su mundo a la fuerza, por misioneros, y que llegaron a contarnos sus vidas. – Pero con los grupos aún ahora aislados nadie tiene contacto. Solo podemos discernir y recoger – como frutos del monte – las señales de su vida y su andar, e interpretarlas a la luz de nuestro conocimiento y nuestra intuición. Más al extremo norte y noroeste del Chaco viven grupos aislados más cobijados por montes aún continuos y extensos; también con más y más desmontes en la cercanía, pero aún hay cierta tranquilidad. No así en el sur, más cerca de los pueblos y las ciudades nuestras del Chaco Central. Allí hay mujeres y hombres aislados que escuchan y reciben ya cada día el mensaje de la destrucción de los bosques y de su lisa y llana desaparición. Y su andar de cada día ya está marcado por la misma. Muchos de sus lugares ya se volvieron ‘no- lugares’. Puntos del planeta que perdieron su cara y su nombre, desaparecidos que no volverán, y que en el mundo Ayoreo ‘dejaron de ser’. En cambio, desde el nuestro, reciben nuevos nombres, los lugares ayoreo muertos se vuelven lugares de nuestro mapa, (un mapa de la muerte?), conectados por nuestros caminos, determinados por nuestras obras, productivos según nuestra definición, clasificados según su grado de utilidad para nosotros; algunos se vuelven estancias ganaderas, otros, futuras plantaciones de soja (si Monsanto logra la anunciada hazaña de la semilla resistente a la sequía).

Mientras, esos grupos Ayoreo aislados más expuestos, viven y caminan entre estancias y empresas ganaderas, siempre invisibles, pero ya no tienen a dónde ir para no escuchar el ruido día y noche de las topadoras que echan más monte cercano, o él de los camiones en cualquiera de los muchos caminos que impusieron el artificio de la cuadrícula a su mapa.

Saben las mujeres Ayoreo aisladas, y los hombres, contra qué están luchando? Hace un tiempo, dejaron en los bordes de su mundo plumas y señales chamánicas con el fin de detener la desaparición del mundo, pero en vano. Deben percibir que lo que tienen en frente son poderes más fuertes que los de su mundo, fuerzas que hablan otros idiomas. Y deben empezar a dudar de sus propias fuerzas, a sentirse amenazados y debilitados.

Esta época del año, los meses de febrero y marzo, es la época del ají del monte, y son ellas, las mujeres Ayoreo que recorren el monte para recogerlo. Este año, estas mujeres lo harán con más temor, con muchas más precauciones, con el crujir incesante de las maquinas presente. Habrá menos ají. No habrá el ají de algunos de los lugares porque ya no existen. Al igual que el ají, también el caraguatá pertenece al mundo de la mujeres, son ellas las que lo recolectan para convertir sus fibras en el hilo para los bolsos y tejidos, sus escritos cotidianos en los que entretejen vivencias, creencias, esperanzas y sueños.

Las mujeres recolectoras están amenazadas, al igual que los frutos que buscan, al igual que los hombres cazadores que están amenazados como los animales que cazan. Con ello, la fuerza independiente, diversa y única de su mundo está en peligro.

La deforestación, palabra que en lo escrito aquí, en este texto, suena tan abstracta y que sin embargo en el Norte del Chaco es tan implacablemente concreta, la deforestación destruye de a poco la vida y equilibrio del mundo ayoreo también. Destruye libertad y autonomía, vida que no depende de dinero ni de supermercado. Vida autosostenida, y sustentable.

Luchar no siempre es guerrear y atacar. A veces es un florecer silencioso, invisible y pacífico. Las mujeres – y los hombres- de los grupos aislados luchan contra la deforestación. Lo hacen con su estar allí y aferrarse a su vida, inseparable de la de sus territorios. A veces luchar es simplemente estar y persistir, es valorarse y hacerse fuerte, y reconocer y estar consciente de la propia riqueza.

 


 

* Artículo producido para el boletín de marzo del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales


  • 02 Oct 2009

María López // En realidad no tenía muchas ganas de escribir un artículo sobre aborto, pero dos grupos de mujeres, no muy diferentes me hicieron cambiar de opinión. Y debido a los dos encuentros con estos grupos de mujeres, el título. Quiero que sea este lugar, este país, estas mujeres pero con un sistema judicial que no criminalice el aborto, si no que lo despenalice y lo legalice. Quiero que éstas mujeres y muchas otras sean atendidas con respeto y calidad en los centro asistenciales y si deciden hacerse un aborto, que no sea motivo para llamar ni al cura, ni al policía ni a al fiscal. Ni que ellas sientan ni crean que es un pecado mortal.

Quiero además un sistema de salud que dé información sobre salud sexual y reproductiva, sin que eso implique que tengan que comprarlo fuera del hospital ni que tengan que ir a comprar a la casa de la enfermera.

Quiero que estas mujeres y que las mujeres de sus comunidades y que muchas otras mujeres sigan vivas para seguir luchando por una vida mejor, por una vida digna, por educación, por más salud. Por que no puedo comprender un mundo sin las mujeres que conocí, sin las mujeres que ayudan a otras mujeres. Sería menos comprensible si sus ausencias se deben a abortos mal hechos o por que simplemente decidieron sobre sus vidas.

Quiero que estas mujeres sigan en sus luchas, sigan aportando lo suyo para construir ese camino hacia un país mejor.

La idea de este artículo es plasmar lo que fui escuchando/viviendo durante estos días, compartiendo con mujeres tan diferentes e iguales a mí. También lo que escribiré es lo que siempre compartimos con otras compañeras (y también compañeros) en los distintos espacios en los que estamos.

Lo primero que se me pasa por la cabeza al recordar los encuentros, es que cada mujer por lo menos conoce o vivió una experiencia de aborto. No es que las mujeres desalmadas son las únicas que abortan. En ese caso todas las mujeres somos desalmadas y malditas, y digo esto porque me quedé “shockeada” con cada caso aborto que escuché, similares y distintos a la vez. Luego reaccioné y pensé que no era tan descabellado, que era la realidad. Yo misma conozco historias de muchas mujeres que acudían a cierta persona para solucionar sus problemas. Y al escribir este artículo, caigo del catre y entiendo lo que veía en mi casi-ingenua niñez, y lo reconfirmo en la mirada de mi madre. Confirmo en ella lo que esta sociedad con doble moral oculta, legitima y juzga y es que teníamos una abortera rondando la familia. Ahora entiendo por que esa señora, casi siempre, vivía rodeada de adolescentes y adultas; de mujeres como ella, como yo, como mi mamá y como muchas otras.

A esto habría que agregarle tantos casos públicos, convertidos en impunidad, injusticia y asesinato, cuyo único responsable es el Estado paraguayo, porque esta penalización se convierte en actos de homicidios masivos y va a convertirse en genocidio, si es que las mujeres no tomamos medidas urgentemente. Con esta penalización tienden a desaparecer mujeres que creen en sus cuerpos, en sus vidas, en su libertad. Mujeres que sueñan como nosotras, las burguesas. Y hay algo duro que admitir; mientras nosotras (las burguesas o aburguesadas) discutimos entre nosotras sobre la despenalización del aborto, una mujer pobre se hace un aborto, una mujer muere, una mujer sueña con no perder su libertad tras rejas oxidadas. Una mujer sueña con la vida, con su destino.

Volviendo a la actitud criminal del Estado, debemos recordar que no este no actúa ni reprime, es así porque existe, en complicidad con las iglesias, con las empresas que lucran con la vida de las mujeres, con las mentes misóginas y perversas que sostienen un sistema patriarcal que no termina de irse, porque siempre encuentra nuevas formas de cortar, penalizar y criminalizar la libertad de las mujeres.

Las mujeres pobres, víctimas del sistema binario criminal

En las reuniones en las que participé con mujeres campesinas y pobres, nos separamos un momento de nuestro tema de interés (2). Todas comenzaron a hablar de aquello que se calla, de aquello que no se cuenta y de lo que no debería ocurrir. Todas comenzaron a hablar del aborto y de sus experiencias. Yo atónita, queriendo creer y no, escuchaba y pensaba en los casos más cercanos que conozco.

Escuchaba frases como; “yo no quise que esa mujer abortara por que a mí me pesaría en la conciencia y le aconsejé que no lo haga. Finalmente lo tuvo, pero ella se fue de la casa”, “yo aborté por que era mi derecho y por que no tenía condiciones de mantener a esa criatura”, “una chica de la comunidad llegó desangrada al hospital por que se metió un tallo de perejil ahí”, “un bebe recién nacido fue abandonado en la puerta de tal lugar, lo encontramos muerto aun en su bolsa, según el forense no llevaba ni media hora de nacer. Yo pienso que eso es mucho más criminal que abortar un feto antes de que termine de formarse”, “Yo conozco un caso de una amiga (con mejores condiciones) que tuvo que abortar por que su papá la había amenazado de muerte si es que se embarazaba. Ella sigue viva, continúa con su historia de vida”. Seguía escuchando casos y casos sofocantes y asfixiantes, porque no todos lo casos son de suerte y sobrevivencia. Escuchaba casos de muerte por infecciones, consecuencias del aborto.

También escuché casos de mujeres que se hacen abortos con médicos que en los hospitales públicos las crucifican y en sus consultorios privados les $acan hasta lo que no tienen. Casos de mujeres que piden préstamos en financieras para poder hacerse un aborto seguro en una clínica clandestina.

La pregunta que nos hacemos es ¿Qué ocurre con las mujeres que no pueden sacar ningún préstamo? Y sencillo (no hay que ser ningún tipo de analista para saber lo que ocurre), solo las personas que se encierran en su falsa moralina son las que no quieren ver, esas mujeres mueren. Y mueren porque el Estado sigue negando la realidad y sigue penalizando el aborto y porque no garantiza el derecho a la salud de las mujeres. La realidad nos dice que las mujeres se hacen abortos y prefieren morir infectadas y desangradas, antes de ir a un hospital, por que saben que nadie las atenderá y que terminaran presas. Eso sabemos todas, pero en un guaraní puro nos decía una señora de San Pedro “Koa ho situaciónko ndaideprovechoi la kuña kuérape. La kuña ko oabortá ha oabortatagueteri, pero omanota hikuei porque jaikuaaporã hina ke ohorõ la hospitalpe oñenãtendevaitaha hese, ha hi’ari umi enfermerakuéra ohenóita fiscalpe. Upévare ndohói hikuei la huguipajepeva’ero hina” (3)

Silencio.

Que más claro. Y esta situación pasan miles de mujeres al año, y por esta experiencia aterradora solo pasan las que no tienen poder adquisitivo. Las que no tienen recursos para viajar ni las que tienen forma de solicitar un préstamo. Las que no pueden acceder al derecho del aborto seguro y “bien hecho”. A las que pueden pagarse un viaje o una clínica, nadie las ve y nadie las escucha. En primer lugar, porque no se desangran ni se meten tallo de perejil ni tacuara en la vagina, entonces, los medio de prensa no tienen qué “denunciar” ni con qué crear morbo en sus titulares.

La obligatoriedad de la reproducción

“Las mujeres tenemos la pesada carga de reproducir y en nuestras manos está la continuidad del mundo. Nosotras somos responsables del futuro del mundo”. Estas serían las palabras de una mujer que quisiera convencernos de que abortar es un pecado mortal y sobre todo convencernos de que la reproducción es obligatoria y la única misión de las mujeres en el mundo.

Y así, juega con la supuesta carga que tenemos las mujeres. Queriendo hacernos sentir culpables por el mundo que llegará a su fin. Este es otro argumento, falso fundamento del patriarcado, para someter a las mujeres y evitar que decidamos sobre nuestros cuerpos, poniendo a toda la sociedad como contralora y vigilante de las mujeres y su papel de reproductoras, dulces reproductoras. Lamentablemente, para el patriarcado y para esta sociedad vigilante e inquisidora, las mujeres tenemos derechos a decidir sobre nosotras, nuestros cuerpos y nuestras vidas, como mejor nos parezca. Lastimosamente algunas mujeres son más afortunadas, a la hora de decidir sobre sus cuerpos, que otras.


La falsa moral católica

En los centros públicos de salud, cada vez que una va, lo primero que ve es la imagen de algún santo, santa o virgen, con flores, velas y toda la parafernalia que hace a la creencia popular católica. Cuando se entra a los consultorios, no en todos, se visualiza una miniatura de lo visto fuera. Cuando el motivo de la visita de la paciente se trata de salud sexual, la cara de la persona allí cambia. Una de las señoras contaba que una amiga fue a solicitar anticonceptivo inyectable, la enfermera allí le dijo que no tenían, cuando fue saliendo, la enfermera le dice “shhiss, andate más tarde a mi casa ahí yo tengo”. La mujer fue después a la casa de la enfermera y ésta le cobra 15 mil guaraníes. En este caso no podremos saber por que la enfermera se negó a atenderla en el hospital. Las hipótesis pueden variar. Que sea verdad que en el hospital no había más, que ella vendía en su casa insumos del Estado, o que su “religión no lo permita”, en este caso no tenemos el motivo, pero otras y muchas veces, según las mismas mujeres y según lo que se escucha, aquellas personas (médicos. médicas y afines) que más se oponen al goce de los derechos sexuales de las mujeres son las mismas que habilitan clínicas clandestinas dirigidas al aborto y quienes encuentran un buen negocio en la desesperanza, en la urgencia.

También habría que mencionar que muchas – y en su mayoría – de las mujeres que abortan son mujeres católicas, que creen en la vida, en su vida, en su historia. Como muchas de estas mujeres que me (nos) contaron sus experiencias frente al aborto y que creen que la penalización no es la mejor solución a un problema social que se cobra cada año muchas vidas de mujeres. Mujeres con futuro, mujeres con historia.

Por eso, sigo diciendo que quiero que este lugar siga siendo el mismo, con las mismas mujeres que luchan, que construyen, pero con un sistema de justicia que mire la realidad de las mujeres y con un sistema de salud laico, que garantice el derecho de las mujeres a la salud sexual, a la salud reproductiva y con médicos y médicas que prioricen la vida de las mujeres y priorice su existencia, ante una moral que no es real y que mata.

Este artículo no tiene fuentes teóricas ni estadísticas. Utilizo la misma fuente que avalan las teorías y dan los números a las estadísticas, utilizo las voces de la experiencia, de la lucha, de la valentía; utilizo las voces de casi 50 mujeres y los apuntes rápidamente tomados mientras conversaba con ellas. Pueden refutarme todo lo que quieran, pero esas voces grabadas en mi cabeza no la borraran con ninguna rigurosidad académica ni científica, porque escuché la verdad y la realidad de boca de las protagonistas del día a día. Y estoy segura que, si preguntamos a otras mujeres sobre aborto, más de una contestara que si conoce, pero para que eso ocurra, hay que saber escuchar y hay que quitarse la careta moral.

 


 

1) Letra de la canción “Imposible” de banda argentina Callejeros. Disco Presión 2003
2) Bueno, no es que nos fuimos al extremo de los temas que nos convocaba. Simplemente nos salimos del programa. Yo quería escuchar y ellas me querían contar sus historias. Casi todas las mujeres eran campesinas activistas de distintas organizaciones y venidas de distintos lugares del país. Uno de los encuentros fue en la Ciudad de Santaní y la otra acá en Asunción.
3) La traducción literal, sería más o menos así. Esta situación no es provechosa (no beneficia) a las mujeres. Las mujeres abortan y van a seguir abortando, pero van a morir (o prefieren morir) por que sabemos bien que si van al Hospital, no las atenderán bien, las maltrataran y además las enfermeras llamaran al fiscal. Por eso (o por esto) no van, aunque se estén desangrando.

 


  • 28 Sep 2009

Verónica Villalba Morales // El contexto: Merengue a todo volumen, la tormenta parece que se viene, las luces apagadas, velas encendidas y yerba “buena” para alegrarnos el fin de semana, “hay cosas que te ayudan a vivir”, dice Fito Páez (que nada tiene que ver con la salsa que escuchamos en la isla…). Necesitamos alegría porque hace unos días nos la robaron, en República Dominicana aprobaron el artículo 30 en la reforma constitucional, el mismo reconoce la vida desde la concepción, con esta definición la despenalización del aborto queda fuera de todo posible debate; los cortes de luz de 12 horas incentivan la chercha (fiesta, charla en este caso).

– “La Iglesia Católica quiere controlar desde hace siglos los cuerpos de las mujeres y siempre se salen con la suya”, dice ella con sus enormes ojos azules porque cuando habla parece que son ellos desde donde sale su voz….

– Sí, pero qué mujeres? ¿Quiénes son esas mujeres? La Iglesia controla no sólo los cuerpos de las mujeres biológicas , los gays, las personas trans, todas las sexualidades que no son heterosexuales/reproductivas y dentro del matrimonio, todas las otras relaciones, las otras sexualidades, son parte de su control, es una cadena, en ella el aborto es un eslabón más, digo yo… (la que siempre habla de translesbisputos)

– “Sí es verdad, es una cadena, la Iglesia ejerce ese control sobre todos los cuerpos, pero quiénes sufren la muerte en una camilla, por tener que realizarse un aborto en forma clandestina son las mujeres, ellas son las que sufren porque son las únicas que se embarazan, las que pueden tener hij*s, no se puede comparar a otras identidades sexuales porque no viven lo mismo…Pero de la misma manera que no hablamos de otras identidades sexuales tampoco mencionamos a los hombres, ellos están implicados en cada uno de los abortos, y los olvidamos…”

El debate siguió por dos largas horas, y me animó a desarrollar esta idea que ronda mis pensamientos hace varios años y que ahora la puedo poner en palabras escritas…

El pasado
Hace unos años atrás estaba en Asunción, Paraguay en una de las primeras acciones de la Campaña 28 de Setiembre, por la Despenalización del Aborto en América Latina, hablaba con mi compañera y en broma le dije: “nosotras las lesbianas no tenemos que esforzarnos tanto por el aborto”, bromear con las feministas era/es difícil, siempre había que explicar todo, y yo que también era feminista (sigo siendo feminista y me animo a cuestionarme, a reírme de mí misma y cuestionar y reírme de ese “feminismo tradicional” y no es que yo me crea la moderna, sólo me río y me desnudo con mis errores y escribo así…) cuando me encontraba en esa situación de tener que explicar mi broma, quería que la tierra me tragara, eso pasó, pero la tierra no me tragó y mi compañera feminista intelectual políticamente correcta a quien nunca parecía turbarle nada, ni la más dura activista fundamentalista católica, me respondió: “sos una mujer y te pueden violar al salir de acá, quedarte embarazada y querer abortar”; yo, que estudié en un colegio de monjas, me sentí culpable luego de escuchar a mi compañera, ¡qué terrible pensamiento se me había cruzado por mi mente para decir semejante estupidez, para atreverme a bromear con el aborto y las lesbianas! Me sentí mal, quería borrar esas palabras, avergonzada delante de mi compañera feminista intelectual políticamente correcta, por una estúpida broma; sin embargo la bruja que llevo dentro me decía que el punto para que yo defienda el derecho al aborto no era sólo ser sujeta de una posible violación, algo más tenía que existir, no era sólo la violación, ni el deseo de no ser madre, ni el hecho de ser una lesbiana que, en ese entonces, quería reafirmar su identidad como tal.

La crítica
“Nosotras parimos, nosotras decidimos”, este slogan es un error, es mentira y además ¿quien quiere que sea así? Está basado en la diferencia sexual, remarca a las mujeres biológicas y deja fuera, o pone el énfasis, en “el destino biológico de las mujeres”: embarazarse y ser madres. Si ese destino es construido, si nuestros deseos son construcciones culturales, ¿porque reafirmar lo biológico? Yo no quiero parir, por lo tanto nunca voy a decidir, ¿quiénes son nosotras? El deseo de ser madre ¿se construye o no? O, ¿está en los cromosomas xx de cada mujer ser madre?

Entonces ¿cómo defendemos el derecho al aborto?, ¿Por qué viene la tristeza si se penaliza? El control de los cuerpos en esta sociedad, el de la Iglesia Católica, como uno de los poderes principales, no sólo es el de los cuerpos de las bio-mujeres, es el control de la sexualidad de los cuerpos en su diversidad, en su diferencia y subjetividades, si lo focalizamos solamente al de las bio-mujeres nos equivocamos (¿porque nos olvidamos de Foucault? Aquella compañera intelectual feminista políticamente correcta lo leyó seguro, y ¿entonces?), y la Iglesia Católica casi nunca se equivoca, ellos siempre tienen el discurso correcto: el aborto, los putos, su matrimonio homosexual y su no al uso del condón, todo junto.

¿Son las bio mujeres las únicas que mueren en las camillas por abortar? ¿Y la niñez trans e intersexual?¿No mueren por querer ser lo que son? O mejor, ¿cómo viven por querer ser lo que son? Si soy lesbiana (que ya no soy) ¿defiendo el derecho al aborto porque puedo quedar embarazada de una violación? ¿No existen hombres trans embarazados? ¿No se puede comparar? ¿Vamos a contar cuántos muertos tiene cada identidad para ver de quién hablamos, y el derecho de quién defender? ¿Cómo vamos a hablar de aborto con la ya famosa lista de la diversidad: putos, tortas, travestis, intersexuales, bisex, etc. etc.? ¿Cómo? ¿Y los hombres biológicos heterosexuales, dónde caben? La lista nos persigue, la lista no se embaraza, auxilioooooooooooooo, yo también me voy.


  • 28 Sep 2009

Pelao Carvallo // ¿Quienes son las aborteras? Puestas a pensar en el tema del aborto, habitualmente olvidamos hablar de estas mujeres (¿son sólo mujeres?) ¿Qué tanto tendrían que decirnos del tema? Han de ser, las aborteras, unas mujeres populares, unas feministas avant-la-lettre, unas resistentes, que tienen, desarrollan y transmiten un conocimiento femenino popular de resistencia. Son, las aborteras, unas mujeres arriesgadas, valerosas, que están involucradas en una redes de resistencia femenina bastante grandes y flexibles, clandestinas, ocultas al poder, que hacen su labor sanitaria en condiciones de emergencia y sin apoyos más que los que encuentran en su territorios y las redes que han construido.

Son mujeres respetadas, con cierta autoridad –en el sentido de sabiduría, no de poder- , en las que otras mujeres, populares, pobres, de su mismo territorio, encuentran tanto apoyo y consuelo como respuestas y soluciones a sus urgencias.

En ningún caso estoy mencionando a esa industria, también ilegal en Paraguay y buena parte de Latinoamérica y el Caribe, del aborto médico y hospitalocéntrico, pensado y prácticado para solucionar los problemas de las clases medias y altas y que oferta la seguridad de una atención supuestamente bien equipada y bien acondicionada, en clínicas y consultas legales, la más de las veces sin los equipamientos ni la salubridad necesarios, sólo con el “título” necesario, y siempre con precios de usura gozando además de la impunidad legal que ofrece el formar parte de la escena del poder. En definitiva, no nos referimos acá a esos mercaderes del aborto, médicos hombres habitualmente, cuyo objetivo es lucrar a costas de la penalización de esta práctica.

Las aborteras hacen un trabajo silencioso, clandestino, resistente. Usan herramientas e instrumentos fácilmente conseguibles en su entorno y traspasan su conocimiento para mantener con vida esta sabiduría. Si bien muchas de ellas reciben alguna compensación monetaria por la ayuda que dan, no constituye este tema su principal fuente de trabajo ni soluciona su vida -ninguna abortera se ha hecho rica en Paraguay ni en Latinoamérica-. Habitualmente trabajan en otra cosa, sostienen por su cuenta a sus propias familias.

Las aborteras deberían ser apreciadas, valoradas, en tanto son una demostración viva de una resistencia femenina popular desde el conocimiento aplicado, desde la transmisión libre y social de un conocimiento resistente y subversivo. En la práctica, ellas han politizado, desde lo popular clandestino, el tema del aborto.

Podemos comparar el trabajo de las aborteras al que realizaban los equipos sanitarios de las organizaciones guerrilleras en América Latina, o el maquis (2) de Europa en la resistencia antifascista. Nadie ha pedido cuentas a esas resistencias por los fallos en sus atenciones de urgencia en salud, por las muertes “en camilla” que tuvieron. Es más, de algún modo, se les ha valorado y felicitado. Hicieron su trabajo, resistieron y ayudaron a resistir al pueblo. Tuvieron también como resultados un porcentaje de muertes y mutilaciones. Considerado que dadas las condiciones de trabajo, la clandestinidad de la situación, el peligro envuelto, la escasez de herramientas, esos equipos clandestinos de salud realizaron una labor inestimable. Igualmente quienes conformaron estos equipos tuvieron un trato de héroes y heroínas puesto que ayudaron a salvar vidas y reponer luchadores y luchadoras a la causa. Pese a tantas muertes y fallos que tuvieron.

En cambio, a las aborteras latinoamericanas, ni se les respeta ni se les valora. Sólo se les condena y criminaliza. Y eso sería entendible de un estado laico que penaliza la resistencia que hacen las aborteras o de su contraparte religiosa que condena esa misma resistencia. Pues incluso, aún quienes luchamos por un aborto libre, gratuito, seguro y accesible para todas quienes lo necesiten, no hemos valorado el trabajo silencioso y heroico de estas luchadoras del conocimiento popular femenino. Ciertamente esta mirada puede ser tachada de parcial y poco verdadera. Es cierto, es sólo una mirada que pretende poner atención en uno de los factores de nuestra lucha, uno que hasta ahora no ha sido tomado en cuenta. Este factor es que existen mujeres que realizan abortos para ayudar a otras mujeres, a partir de un conocimiento popular femenino de resistencia.

Clyde Soto (2) realizaba una serie de afirmaciones, al describir la situación del aborto en Paraguay: “No sabemos cuántos abortos se practican en el país en cada año. No sabemos qué proporción de embarazos terminan en aborto. No sabemos cuántos de estos abortos se realizaron de forma segura y cuántos fueron abortos riesgosos. No sabemos qué cantidad de mujeres fueron hospitalizadas por esta causa. No sabemos qué consecuencias han tenido estos abortos en la salud de las mujeres. Entre otras muchas cuestiones que todavía no sabemos.”

Agregaría que no sabemos nada de las mujeres aborteras, posibles aliadas en la lucha tanto por la despenalización del aborto cómo en la lucha por un aborto libre, gratuito, seguro y accesible para las todas quienes necesiten. Necesitaríamos saber más de ellas y de su larga historia de ayuda a otras mujeres. También de la gran carga que significa arrastrar consigo la posibilidad del fallo en el quehacer, que en este caso puede significar la muerte o el daño en otras que han confiado en su asistencia, y la propia cárcel y castigo para ellas. Habría que hablar con ellas, las aborteras o quizás, simbólicamente, rendirles cierto homenaje a esas luchadoras.

En la idea de cambiar las cosas, transformar la realidad, a ratos deberíamos, como decía Roberto Fernández en el taller de pensamiento (3) “pensar indisciplinada y sospechosamente, al revés y de vuelta, sin concesiones” y, en el caso del aborto, sumar a la justa preocupación por las víctimas, una también justa preocupación por aquellas mujeres que han autogestionado soluciones a problemas de las mujeres populares, siendo ellas mismas partes de ese inmenso colectivo.

 

 


 

1) El maquis también conocido como la guerrilla o GE (Guerrilleros Españoles), fue el conjunto de movimientos guerrilleros antifascistas de resistencia en España que comenzó durante la Guerra Civil. (Maquis -guerrilla antifranquista-,Wikipedia).
2) Soto, Clyde, El aborto como causa de muerte en mujeres del Paraguay-2003, CDE, Asunción, 2004.
3) Taller de pensamiento, curso de verano de objeción de conciencia y antimilitarismo, Ni Casco Ni Uniforme, enero 2007, La Morada/Radio Tierra, Santiago, Chile.


  • 18 Ago 2009

Moli Molinas Cabrera // John Lennon dijo esto en tiempos de la guerra de Vietnam, y yo siempre pienso en esta frase frente a la guerra silenciosa de la violencia contra las mujeres, que en verdad nada es silenciosa sino silenciada. Siguiendo con John, vivimos en una época en la que se considera obsceno hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz del día.

Es inevitable pensar en esa frase frente a la violencia de una sociedad que exacerba el heterosexismo, como patrón de “normalidad”, cerrando los ojos olímpicamente a las caras y cuerpos de mujeres golpeadas, mujeres que “no sirven para nada”, mujeres “gordas y feas”, mujeres “putas”, mujeres y niñas violadas, asesinadas, torturadas. Idalina, Rosita, demasiados nombres, demasiado duelen…

Y sin embargo, es considerada “normal” la construcción de la identidad masculina como contraria (o su eufemismo “complementaria”) a las mujeres, ser hombre es no ser ni parecer una mujer, ser hombre es dominar, ser hombre es usar la fuerza, ser hombre es poseer cuerpos sin importar los sentimientos, avasallar… Estas y otras construcciones son fruto de la división heterosexista del mundo, que al mismo tiempo que proclama la “diferencia” sexual como parámetro de normalidad, exacerba una “complementariedad” obligatoria y violenta para los cuerpos y la subjetividad humana.

Esta violencia es obscena, esta violencia no es sutil, esta es una dictadura opresiva que cotidianamente oprime, no respeta vidas, culturas, tradiciones ni derechos humanos, pero esta violencia no está en el ranking de la agenda de los medios ni de las noticias.

Una de las características de nuestro tiempo es tratar estos temas como insignificantes y “normales”, cuando tienen la magnitud de una guerra. Por eso no puedo evitar pensar en la frase de Lennon cuando alguien habla de “anormalidad” para determinar los límites de la expresión de la sexualidad e identidad humanas, fuera de la inaceptable violencia de la opresión de una persona sobre otra, de un cuerpo sobre otro.

En nombre del heterosexismo y su “normalidad” autoproclamada se pretende quitar algún derecho a alguna persona, limitarle la expresión de su existencia, de su cuerpo, de su identidad y de su vida, colocarle el rótulo de “anormal” por identificarlos como “homosexuales”.

Carrie Prejean, Miss California, piensa que a estas personas se les debe quitar el derecho a formar una pareja y casarse ¿sólo este derecho? ¿Es esto normal y no violento? ¿Qué derechos es legítimo quitarles para que no sigan existiendo libremente? “Haga patria, mate un puto” decían las paredes de la dictadura. ¿Acaso el derecho a la vida? ¿O en estos tiempos modernos sólo se pretende limitarle algunos derechos civiles? ¿Cuáles derechos civiles? ¿A quién más hay que quitarle derechos?

La anatomía del cuerpo de las mujeres, de las adolescentes y de las niñas no es compatible con el heterosexismo violento y cotidiano, que les quita el derecho a la vida y la integridad. ¿Hasta cuándo esto será normal? La única anatomía que no es compatible es la del maltrato, el abuso y la violación. Y no habrá ley natural que imponga esta “complementariedad” abusiva como “normal”.

Lo que nos hace humanos, si algún sentido le queremos encontrar a la palabra “normal”, es la anatomía del amor como iguales, del placer elegido, libre, responsable y compartido. Y sobre todo el hecho simple de reconocernos como humanos y con derechos por el simple hecho de existir, sin que ninguna excepción sea aceptable éticamente.

¿Será que alguna vez no importará que seamos hombre o mujer, ni la naturaleza de nuestra anatomía, sino que seamos solamente personas? (parafraseado de Trainspotting: 1996).


 

* Las ideas expuestas en esta nota son de exclusiva responsabilidad de la autora, no representan la postura de ninguna organización.

*Artículo de Gustavo Olmedo en: Última Hora Digital